Hoy, 19 de abril de 2020 se cumplen 30 años del lanzamiento del «Repeater» de Fugazi; 3 décadas que han servido para que esa leyenda de anti-todo se haga paulatinamente más y más grande. Fugazi es de esas bandas que traspasa los límites de los géneros musicales; son un patrimonio de la música, porque cambiaron un género. Nunca se separaron, nunca han dejado de existir. Ya lo dijo el mismísimo Guy Picciotto – en el documental ‘Instrument‘ – al asegurar: «siento que lo que sucedió con el hardcore es que las cosas se volvieron tan monótonas que ya no eran poderosas, y se apalancó en algo bastante tradicional».
Quizás esa frase de Picciotto sirva para englobar la música de Fugazi, él (que venía de la banda Rites of Spring) se juntó con Ian MacKaye (Minor Treath, Teen Idles), Joe Lally y Brendan Canty para construir los cimientos del grupo. ¿Cómo? Fusionando ese hardcore poderoso y masculino que hacía Black Flag y ese noise de Big Black con otros géneros como el post punk, el rock alternativo, el jazz y hasta el reggae. Eso sí: siempre manteniendo un sonido agresivo y con significado, amparado bajo su lema «straight edge», con una posición política orientada hacia la izquierda y el feminismo, pero sobre todo volcada hacia el anticorporativismo.
Hay discusiones de si «Repeater» fue o no su ópera prima, con permiso de aquella grabación homónima de 1988 y el «Margin Walker» editado un año después. Aún y así está claro que esa fue la primera que grabaron pensada como tal. Hoy, tres décadas después, suena más necesaria que nunca. Lejos de quedar perdida en el ostracismo como otras cintas de la época, cada día que pasa, «Repeater» gana más relevancia. Un sonido agresivo pero sutil; una combinación de guitarras con melodías cambiantes son el gran aporte innovador que hacen Fugazi a la música con dicho LP.
El disco suena rabioso ya que el contexto ayudaba. Fugazi y Repeater no podían haber sido paridos en una mejor época: Estados Unidos post-Reagan y justo en Washington DC, cosas de la vida. Los treinta y pico minutos que dura su versión original – posteriormente fue editada como «Repeater + 3 songs» – son una oda anticapitalista encumbrada por piezas como ‘Blueprint‘, ‘Merchandise‘ y ‘Shut the Door’. Otro de los datos curiosos del «Repeater» reside en el rol atesorado en él por Picciotto: en «Fugazi» y «Margin Walker» actuaba de acompañante vocal de MacKaye, mientras que este, aparte de lo otro, también apoyaba el asunto con su habilidad guitarrera. Sumar más que molestar, siempre.
Otra cosa que vale la pena destacar pasa por el hecho que el «Repeater» es un disco especial, como un arco iris en medio de la lluvia; todas las canciones salvo «Merchandise» – que aparecía antes en «First Demo» – fueron producto de sesiones improvisadas. En este curioso pero controlado caos, gana fuerza el tándem Lally-Canty a partir de su caudalosa y potente base rítmica.
Punto clave: a través de las once canciones que dan vida al disco se va desvelando de forma gradual la posición política del cuarteto. También cómo este critica a la siempre odiada sociedad consumista norteamericana. No lo olviden: Fugazi era un grupo activista que cobraba poco dinero por sus conciertos; no tenía merchandise y autoeditaba sus discos, tampoco cedía sus derechos para hacer pósters o camisetas.

«Repeater» también es considerado el disco más punzante y directo del grupo. Podemos observar en él cambios de ritmo brutales en canciones como ‘Sieve-Fisted Find‘ o »Gree’d en el que agrupan un sonido íntegramente democrático. Escuchando el disco para escribir esto, te das cuenta que fluye como el vino en tiempos de cuarentena, mezclando esa rapidez del hardcore con el brote afrodisíaco, marca registrada del jazz. La música en «Repeater» tiene capas que van desde la línea de bajo hasta las letras, pero de manera tan simple como compleja con matices muy variados; trabajados sobre un enorme bosque de sonido y una extraordinaria combinación de ritmos con una óptima producción musical.
En conclusión: el gran mérito de «Repeater» es que el grupo desarrolla ese estilo furioso marca de la casa, con composiciones que son enérgicas pero dispersas a modo de montaña rusa. El disco no es un simple dato en el calendario para que hoy yo esté escribiendo de las tres décadas del mismo: ese soplo de aire fresco que le dieron a lo que en hasta ese momento llamaban hardcore, sirvió de portavoz para una generación que necesitaba iconos y referentes. Desde hacerles reflexionar sobre cómo funcionaban las cosas en su país hasta enseñarles a través de canciones que otro pensamiento político y social era posible. ¿O acaso hay alguien que me discuta que tatuarse la frase “We owe you nothing, you have no control. You are not what you own” no era la mejor idea del mundo?
Lo era y lo es, Sebas