20 años del “Without You I’m Nothing” de Placebo: historia de una amistad leal

Without You I'm Nothing

El tiempo lo cura todo, o casi todo, pero a veces tienen que pasar 20 años para darnos cuenta de que no todo estaba en manos de un reloj de arena. De que, sin algunos amigos, aquellos que para nosotros son verdaderos, leales, no hubiéramos salido adelante y no seríamos nadie. Matizo: ese concepto de amigo en realidad es abstracto porque puede tener muchas caras y formas. En una vida, podrá ser ese ángel que te sacó de las drogas o aquel que reapareció tantos años después para ayudarte a superar la muerte de alguien que no esperabas. En otra, ese amigo será etéreo, porque en realidad, quien estará sentado en la mesa frente a ti, codo con codo, no será tu alma gemela. Serás tu mismo. Y entonces, la aguja del tocadiscos saltará sola y te lo recordará  con “Without You I’m Nothing“, el segundo álbum de Placebo.  El amigo más leal de Brian Molko, Stefan Olsdal y Steve Hewitt.

Lo bueno de las amistades verdaderas es que duran para toda la vida y el mejor ejemplo está en este álbum mayúsculo que fabricaron en 1998. Veníamos de un debut rompedor que descubrió a Inglaterra, y luego al mundo, una nueva cara (y voz) del rock alternativo.  Placebo, en un ejercicio personal (porque siempre recuerdan que primero escriben y componen para ellos mismos), dieron con un trabajo de extremos emocionales, deliciosamente transgresor, compacto y, con todo, equilibrado. Por supuesto, dieron también con el disco de sus vidas, el fiel amigo que, entre otras cosas, les catapultaría a primera división. Que a día de hoy hayan vendido más de un millón de copias en todo el mundo, además de lograr un álbum de platino en el Reino Unido, deja en evidencia que fue un éxito comercial. La crítica también los sacó en volandas.

Simplemente, no esperes salir de este disco con el alma intacta” sentenciaban entonces desde NME, una declaración que comparto al 100%. La pluma de Molko en este disco es especialmente afilada y, a ratos rasga el papel de arriba a abajo, como un maníaco compulsivo a quien no le gusta lo que lee. Tiene su explicación. En una entrevista realizada en placeborussia.ru en agosto de 1998, Brian contaba que este álbum le había servido para “purificarse a sí mismo de ciertos demonios“. Heroína, crímenes, religión, espíritus, suicidio, muerte o desorden sexual, dejaban de ser temas tabú en su vida, para, en este caso, cobrar un sentido en la suya y en la de una sociedad que conectaba con su estilo, sus formas y su ambigüedad. Encerrar a sus demonios en canciones para poder mirarlos objetivamente a la cara era algo jodidamente artístico y ellos lo hicieron como nadie. Letras redondas, toneladas de rímel y una voz difícilmente clasificable, pero preciosa. Los elementos básicos estarían ahí y se sumirían en la oscuridad del álbum para encontrar esa mano tendida. Un apoyo amigo al que agarrarse.

La exquisita producción de Steve Osborne, quien produjo todo el disco a excepción de ‘Pure Morning’, trajo una nueva dimensión a los temas para que toda la energía fluyera bien por nuestras venas. Al fin y al cabo, lo haría como el primer tema del disco (elegido como single), en el que fijaría y daría esplendor Phil Vinall por una cuestión de “química” con el productor. De hecho, incluso la oveja negra de este trabajo, la descartada de forma unánime ‘Kitsch Object‘, iba a ser un temazo; en youtube corre algún valioso directo. Sin embargo, al final la cosa se quedaría en trece tracks, incluida ‘Evil Dildo’, que la escondieron a final de pista.

Como decía el antiguo proverbio inglés, “A friend in need’s a friend indeed” (quien te apoya cuando lo necesitas es un amigo de verdad), y con esta misma frase introduce el álbum ‘Pure Morning‘. Refleja esas mañanas en las que te sientes profundamente triste por llegar a casa de día después de una noche de fiesta mientras ves a los demás prepararse para ir a trabajar. “En esos momentos, solo quieres que alguien te abrace y te ayude a dormir“, cuenta Molko en la entrevista antes mencionada. Es un extremo emocional menos evidente que el de ‘Brick Shithouse’, uno de los más intensos y acelerados del disco que narra una “historia de fantasmas”. Trata sobre alguien que ve a su amante hacer el amor con la persona que los mató. Su línea de guitarra al borde de la esquizofrenia ya deja entrever su brutalismo. Es letal. Casi tanto como ‘Every You Every Me‘, el que sería el tema más mediático de la banda hasta la fecha. Y como los polos opuestos, es decir, aquella ‘My Sweet Prince‘ en la que Molko pudo ser engullido como Ewan McGregor por la taza de water más sucia de Edimburgo. Parece una historia de amor, y es que en el fondo lo es. Aunque en realidad hace alusión a su relación con las drogas y, a la postre, con él mismo. Cuentan que era una etapa que necesitaban “vomitar” y aquí lo plasman a la perfección. Hasta las guitarras suenan drogadas. A ‘Ask for Answers‘ también la meto en este saco, porque probablemente sea de las más lentas que Placebo hayan escrito. Aunque en este caso la temática parece girar (no es muy explícita) en torno al pensamiento suicida y al deseo de ver lo que hay al otro lado. Sin embargo hay que detenerse especialmente en una canción, la más representativa del álbum, la homónima, el cuarto single, la eterna ‘Without You I’m Nothing‘ que hace posible la paradoja de que sin las grandes amistades que marcan tu vida podemos ganar grandeza.

La dulce amistad con el Duque Blanco se remontaría a 1995, cuando David Bowie escuchó la demo de Placebo y quiso concederles el honor de invitarles a su gira. La sinergia sería tan buena que, dos años después, volverían a tocar juntos, esta vez para el concierto de su 50 aniversario en el Madison Square Garden. Aunque su amistad iba a quedar inmortalizada definitivamente en ‘Without You I’m Nothing‘, justamente en el tema homónimo, la canción que Bowie eligió para cantar en los coros y pasar a la eternidad. A día de hoy es emocionante ver hasta qué punto les marcó, y no solo como artistas, sino como personas. Bowie se fue, pero en sus directos (al de Barcelona del año pasado me remito), en su música, ahí sigue. Inherente y esencial, como la búsqueda constante de esa amistad, que a ratos tiene cara, y a ratos no.

Hay otro tema interesante en este álbum: ‘Allergic (To Thoughts of mother Earth)‘. Como bien remarca entre paréntesis, en ella se lanzan a defender a la madre tierra con la misma pasión con la que lo haría el rey del pop, solo que en este caso el mensaje (envenenado) iría hacia la religión. Iba a ser un reproche directo hacia las creencias religiosas por volcar su espíritu y recompensas hacia el cielo en lugar de la tierra, la gran olvidada y la gran castigada. No tan frontal como sugerir que todo esto les producía pura alergia, pero sí punzante como una navaja afilada fue ‘Burger Queen‘, bella balada que definieron a partir de un juego de palabras con Luxemburgo, país en el cual crecieron. “Se trata de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado“, afirmaba Molko sobre el tema. Cuando digo punzante lo digo por cómo Molko aborda la letra de esta triste canción. Es decir, usando un tono super dócil, vulnerable, y a la vez jugando con términos tan agresivos como “erección” o “infección”. Una genialidad al alcance de pocas sensibilidades.

Desmenuzar cada frase de cada canción de este disco te puede llevar a conocer sentimientos nuevos y olvidados. Pero todos comparten una condición: la necesidad de ser compartidos. Puede que la época más turbia y radical de Placebo les llevara a fabricar este álbum imbatible. Un álbum que veinte años después ha envejecido como uno de los discos más imprescindibles del rock de los años noventa. Si me dicen que piense en Placebo, pienso en “Without You I’m Nothing”. Sé que es un álbum que nunca me va a traicionar.

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1 comment
  1. Les descubrí con Nancy Boy, creo que fue banda sonora de Airbag, pero este fue el primer disco de ellos que tuve. En su momento me marcó bastante. No conocía el trasfondo del disco.

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