Bendita electrónica. El mismo término que de primeras remite casi universalmente a un prejuiciado chunda-chunda ampara bajo su paraguas multidisciplinar a artistas que se sirven de cualquier combinación de sonidos en directo o sampleados para crear una corriente rítmica sonora que sin duda podría ejercer como último bastión del formalismo. Simon Green, Bonobo, es uno de esos artistas. Dentro de su margen de regularidad, el productor británico nos hace llegar su sexto álbum desde su debut en el 2000, y muestra de nuevo su capacidad para jugar con fuentes de muy variados orígenes y crear algo ecléctico pero marcadamente idiosincrático.
La temática principal de “Migration” es (si me permiten la obviedad) la que le da nombre, la migración. Éste es un álbum realizado entre cambios de lugar de residencia e idas y venidas propias de un músico de renombre, y de ello emanan reflexiones sobre la identidad de las personas y los sitios (eso lo ha dicho él, no yo), y expresa ese punto de vista mediante un sentimiento general de melancolía con el repunte extático ocasional, añadiendo a la mezcla la ya mencionada habitual tendencia de Bonobo de mezclar sonidos de procedencias de todo tipo. El tono adoptado es menos jazzístico que en LPs previos, tornándose aquí contemplativo y atmosférico a caballo de un downtempo cargado de adornos sutiles y en general más enfocado a la introspección que a la pista de baile. Pero vayamos por partes.
La primera pieza del disco es destacada con el honor de titularse homónimamente, y de algún modo sirve como resumen “espiritual” del funcionamiento de todo el conjunto. Arranca muy cerca del ambient, crece y da paso a una batería marca de la casa apuntalada con ecos de voces lejanas y un piano obstinado que, pese a la velocidad y recarga del conjunto, dejan la sensación de haber construido algo totalmente sereno. Es en momentos como este, y al ofrecer la misma experiencia la escucha del álbum en su totalidad, donde Bonobo encuentra su mayor logro. Sigue ‘Break Apart’, la primera de varias colaboraciones, en este caso con el dúo californiano Rhye. Bonito y cumplidor, contribuye a crear ambiente, pero resulta poco interesante por excesivamente genérico. Llama más la atención Outlier, corte de casi ocho minutos con derecho a reivindicar vocación de club (sin duda tendría sitio privilegiado en una rave organizada por Kiasmos), tormenta suave de house detallista y confortante.
Un momento… ¿alguien ha puesto un disco de Alt-J al revés? Ah, no, es un sample de Pete Seeger usado de forma bastante loca. ‘Grains’ tiene su gracia y está apoyada por una riqueza instrumental bien elaborada, pero no acaba de tener el empuje necesario para destacar como tema individual. Lo barroco del tema, sin embargo, sirve para introducir por contraste la faceta que Green desarrolla a continuación en ‘Second Sun’ y en otros momentos a lo largo del “Migration”: la del compositor minimalista a la neoclásica. En ese papel se muestra más que solvente y ofrece pasajes meditativos bien amalgamados con su estilo estándar.
‘Surface’, con voz de Nicole Miglis (Hundred Waters), resulta bajonera por pecar exactamente de lo mismo que ‘Break Apart’, y más viniendo después del giro que supone ‘Second Sun’, pero enseguida volvemos al buen camino con ‘Bambro Koyo Ganda’, agradecido retorno momentáneo al dancefloor -esta vez multicultural- de la mano de Innov Gnawa, con claras reminiscencias de aquello por lo que más identificamos a Bonobo y con otra puntita de esta nueva deriva a la Max Ricther. ‘Kerala’ añade algo de urgencia al conjunto, algo así como el pasaje anfetamínico de estos viajes, y lo hace con la virtud de contener un buen número de ideas en un espacio de tiempo razonable. Se reproduce de manera muy lógica espalda con espalda con ‘Ontario’, que si le echamos imaginación podría ser una relectura opiácea de ‘Kerala’ guiada por una suerte de trip hop tampoco falto en absoluto de ideas.
La colaboración (ahora sí, por fin, cuarta y última) con Nick Murphy / Chet Faker queda un poco en el limbo entre las de cal y las de arena: es predecible a matar, pero no genera la indiferencia de las dos mencionadas anteriormente sino que según como resulta pegadiza, y además el videoclip mola -así, como opinión de calidad del día-. ‘7th Sevens’ se explaya en lo rítmico con éxito indiscutible, y cierra el disco ‘Figures’, que empieza con una voz femenina sumida en la extrañeza (como si Bon Iver le hubiera aplicado algún efecto de su “22, a Million” de forma aleatoria mientras Bonobo juega con la ruedecilla del pitch) cuyo sincopado acompañamiento acaba encontrando equilibrio y, finalmente, es arropada por un agradabilísimo ensemble de cuerdas. Bonita manera la que tiene al final Green de procesar y asimilar sus migraciones.