Desde el día en el que Los Planetas viraron su mestizaje sonoro-temático hacia la realidad política esto se veía venir. Su estilo pluralista e iconoclasta tenía que encontrarse más pronto que tarde con el de El Niño de Elche, que no deja de trabajar y polemizar tocando temas cada vez más candentes e incendiarios. Si con la “Antología del Cante flamenco heterodoxo” ya definitivamente enfervoreció a cualquier purista del flamenco, su último disco, “Colombiana”, es el colmo de la apropiación, pero con algunas señas que marcan también este trabajo. A mi juicio la inclusión de Maialen Lujanbio (ganadora dos veces del campeonato nacional de bertsos) indica ese tomar en cuenta la tradición autonómica y diversa de nuestro país: la multiculturalidad de la que tanto parecen renegar los discursos reaccionarios de la derecha más radical.
Con este hecho como punto de partida, Fuerza Nueva, la banda que han formado Los Planetas y El Niño de Elche, reinterpreta en su álbum homónimo algunos de los himnos principales de nuestras comunidades y grupos sociales. Y lo hace precisamente tratando de despolarizar la experiencia ideológica que se tiene de ellos, tomando así canciones populares tan desfiguradas como ‘El novio de la muerte’, ‘Els segadors’ u otros himnos de índole religiosa, y pasándolos por el “filtro planetario”. Porque en “Fuerza Nueva” el sonido está muy cercano al de “Zona temporalmente Autónoma”. Una sintetización hipnótica de flamenco y rock, con unos delays que le hacen a uno girar cósmicamente en una bruma psicodélica y aturdidora, y con algunas concesiones al pop para soltar lastre castizo y dar de paso un toque un poco más polémico al conjunto.
Sin embargo, no será hasta ‘El himno de los gitanos’ que encontremos una canción más pegajosa y repleta de luz. En ella disuelve el denso aroma mozárabe y cargado de incienso, para dar paso a un riff precioso, y con una letra escalofriante. “Fuerza Nueva”, con sus más y sus menos, se convierte en un ejercicio de doxografía hermenéutica que palpa la tradición de la canción popular de nuestro país y trata de hacerla girar en un sentido unificador. Dicho de forma cursi: reivindicar lo que nos diferencia es reivindicar lo que nos une. Si todo esto se presenta bajo la mesmerizante óptica sonora de Los Planetas y el ambiguo juego de espejos de la ironía del Niño de Elche, el resultado es por momentos conmovedor. En otros, sin embargo, Fuerza Nueva no parecen del todo bien avenidos, y los miembros terminan por comerse los unos a los otros en el afán por querer decir y remover mucho en muy poco tiempo. No es este el caso de ‘La Cruz’, o ‘La canción para los obreros de SEAT’, que aprovechan perfectamente los clímax instrumentales para destacar el desarraigado cante de Francisco Contreras. Incluso algunas de las intervenciones vocales de J casan sorprendentemente bien con el tono más afectado y brutal del de Elche.
Mención aparte merece el contenido visual que se ha preparado para la campaña publicitaria. Las fotos promocionales en las que vemos a los miembros del grupo ataviados de negro, armados y rodeados por unos cofrades, no se pueden describir salvo por el olor a caspa que desprenden desde la pantalla del ordenador. La actitud de Los Planetas de bad indie-rockers noventeros enfrascados en un nihilismo bañado en estupefacientes es -ahora más que nunca, y por irónica que sea- un oxímoron total. Todo el código satírico (que habría de revisarse) que procuran negar en las entrevistas se ve puesto en duda un tanto por esta chulería de enfant terrible que siguen manteniendo a modo de escaparate y que de algún modo resta un poco de credibilidad a su nueva vertiente político-asociacionista. Por lo demás, “Fuerza Nueva” cumple frecuentemente con su propósito y nos deja momentos de gran belleza, en lo que es una colaboración entre dos de las brigadas más comprometidas e interesantes de nuestra música. Su enlace no puede sino recordarnos -por su mezcla de tradición y actualidad, por su contenido crítico- a Omega, pero eso ustedes ya lo saben.