Angel Olsen – All Mirrors | Crítica

Angel Olsen All Mirrors

It’s hard to say forever love/ Forever’s just so far/ Why don’t you say you’re with me now/ With all of your heart?/ With all of your heart?” repite Angel Olsen al final de ‘Chance’, cansada de volver a encontrarse una y otra vez ante la misma situación en una nueva ruptura amorosa. Así concluye “All Mirrors”, el primer trabajo de la norteamericana después de llevar su estilo a inesperadas cotas sonoras en su tercer álbum de estudio: “My Woman” (2016, Jagjaguwar). Concluye dialogando con el mismo problema que le da apertura, pero desde un tono completamente sosegado; redimido y reconciliado.

“All Mirrors” fue un disco concebido para reencontrar lo descuidado desde “Half Way Home”, la dichosa vulnerabilidad (que a mi juicio no había desaparecido) y una conexión de Olsen más profunda y arraigada con su música. Para ello en principio la cantante grabó una versión del LP por su cuenta, que verá la luz en 2020, y que no llegamos a adivinar qué tipo de acompañamiento hará de esta. Pero una vez presentado a sus colaboradores, el disco comenzó a enarbolarse y transfigurarse en un trabajo de folk y pop barrocos como pocos de esta década. En él, curiosamente, el nuevo invitado -la sección de cuerda clásica- se mimetiza y potencia de forma absolutamente improbable la voz y la factura emotiva de Angel Olsen, culminando en el que es seguramente su mejor trabajo hasta la fecha, y un aspirante a disco del año.

El disco en cuestión abre con ‘Lark’, un opener que puede producir un microinfarto al oyente que no lo haya oído como single y que establece el tono de ‘rabieta’ que conduce una parte importante del mismo. Las cuerdas orquestales generan una tensión de cartílago que Olsen rompe en varias ocasiones cambiando el ritmo, o elevando la voz con una potencia que sólo le habíamos escuchando en ‘Woman’.

De este modo se entra casi sin aliento a la homónima, que parece acogernos con sus sintetizadores flotantes, pero que poco a poco se va volviendo lóbrega y percutora. Al igual que en sus relaciones amorosas, Olsen capta ese factor de repetición, de imitación en el espejo: el patrón que se repite en su vida y que pretende derrotar en este disco. Pero como ella misma dice este no es sólo un disco de ruptura, ni que hable exclusivamente de cómo las parejas de Angel Olsen siempre terminan de manera similar; habla también sobre los procesos cíclicos de la vida, sobre el cambio del que es consciente a través del envejecimiento y el desdibujarse (o el enviciamiento) de las cosas que le rodean.

Poco después el rango genérico de Olsen se expande. Mientras que ‘Too Easy’ es una canción que podríamos haber encontrado en el -precioso- “7” de Beach House, ‘New Love Cassette’ por otro lado parece instalada en el vigoroso último trabajo de Sharon Van Etten. Así las emociones van adquiriendo profundidad y matices, de la mano de una cantidad innumerable de recursos que se presentan salteados y en su punto en función del tema. Los guías espirituales y melódicos son, durante todo el largo, la voz y esas cuerdas tan intensas y directas que parecen un instrumento de pop corriente. En el universo de descontrol emocional de “All Mirrors” Olsen logra efectivamente reconectar con la esencia vocal de sus primeros discos (tampoco es que tenga una carrera tan extensa); evitando con soltura además cualquier etiqueta de “joven bella y quejosa con una guitarra” de la que una vez fue abanderada de forma bastante injusta y reduccionista.

“All Mirrors” también está cargado de cierto sarcasmo y retintín, como en ‘Lark’ o la grácil ‘What It Is’ (de potentísima percusión y con los arreglos orquestales incluso editados). A ellas les sigue uno de los puntos más intensos y oscuros del disco: ‘Impasse’, que marca la entrada en el tramo final, y que suena a una noche de borrachera y desamor cargada de resentimiento. La canción es una de las más arrebatadoras que ha grabado Angel Olsen, con un clímax para despertar a los muertos que parece sacado de una pesadilla Lyncheana orquestada hasta la saturación. A partir de este momento el disco entra en el tono redentorio que Olsen buscaba antes de empezar a componerlo. Vivir sin el amor, o vivir un amor que no se exceda en pretensiones, que abrace la incertidumbre del presente, es la clave. Una vez la norteamericana toma conciencia de ello llega la épica y celebratoria ‘Summer’ (otra canción para el recuerdo, esta vez de tono country) y las desafectadas pero despiertas y lúcidas ‘Endgame’ y ‘Chance’. Ellas son dos ejercicios de pura elegancia que resumen muy bien la evolución y la cantidad de júbilo que Angel Olsen nos ha brindado a lo largo de esta década. Mención aparte para la última: una de las canciones del año.

Angel Olsen ha firmado uno de los discos del curso y quién sabe si también de la década (al menos en su heterodoxo estilo). Un álbum de pop barroco que podría estar repleto de clichés y que sin embargo arrastra al que lo oye por su potencia emotiva. En “All Mirrors” se juntan su voz y todo un proceso de evolución que hemos podido seguir desde su debut en 2012 hasta el día de hoy. A ello se le añade una combinación nada nostálgica y muy pragmática de varias influencias clásicas, y un uso nervioso, a(e)fectivo y recto de acompañamiento clásico. Como conclusión y alegoría de su propia vida queda una artista conociendo sus limitaciones, redimiéndose y haciendo lo mejor de su música a través de esos defectos.

“Now I’m done/ I’m leaving once again/ Making my own plans/ I’m not looking for the answer/ Or anything that lasts/ I just want to see some beauty/ Try and understand”

Escucha en streaming el nuevo disco de Angel Olsen.

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