Floating Points – Crush | Crítica

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A pesar de parecer siempre muy ocupado, el recorrido discográfico de Sam Shepherd resulta a primera vista breve. Después de lanzar el finísimo “Elaenia” en 2015, el doctor en neurociencia mancuniano (sí, han leído bien), se lanzó al infinito girar de los artistas de electrónica, lo que le llevó a terminar grabando su segundo disco en el desierto de Mojave. Aunque aquel “Reflections” pasaría más desapercibido (¿era un disco de estudio? ¿Un álbum en vivo?), su factura técnica y su combinación de recursos electrónicos y jazz resultaba embelesadora. Después de girar con The xx, Shepherd ha decidido grabar lo que tocaba como telonero de la banda londinense; su material más experimental y electrónico hasta la fecha, que, sin embargo, es el que más familiar suena.

Para los que hayan seguido un tiempo el recorrido de Floating Points, “Crush” no resultará una sorpresa exagerada. El proyecto fue ideado inicialmente para hacer música de baile. No fue hasta la puesta en largo, el debut en 2015, que Shepherd decidió reinstaurar algunos de sus intereses más enraizados, como su amor por el jazz o la música clásica, dando como resultado un sonido elusivo e inclasificable con una atención conmovedora al detalle. En “Crush” esa atención al detalle, esos arreglos orquestales y esos desarrollos que parecen improvisados siguen presentes. Pero también se hace latente la influencia de músicos contemporáneos con intereses parecidos a los de Shepherd, o que han compartido escenario con él. Este es el caso de Four Tet, con quien ha colaborado en múltiples ocasiones, o de Levon Vincent, que en su último trabajo “Nothing Is Still” (también en Ninja Tune) juega de forma igualmente elegante y pasmosa con un estilo clásico a la par que progresivo.

En “Crush” brillan con luz propia las canciones más rítmicas y azotadoras. A la incluida en el EP que Floating Points lanzó este año se unen otros grandes e hipnóticos cortes como ‘Last Bloom’, ‘Anasickmodular’ o ‘Bias’; que muestra esa climatización del crescendo que Shepherd acostumbra a mostrarnos a través de recursos de jazz, pero en una extensión de tiempo mucho más reducida y con unas texturas sonoras asombrosas. Si bien casi todos los experimentos que el de Manchester prueba a lo largo del disco son acertados, en algunos momentos se le ve tratando de acumular demasiadas ideas en periodos muy cortos de tiempo. Interludios repletos de desdoblamientos y sonidos “bioeléctricos” se agolpan de manera bellísima y en ocasiones abrumadora.

Es imposible no tratar de utilizar neologismos que pongan en común las sonoridades electrónicas de la máquina y el medioambiente; lo es porque toda la imaginería que Floating Points desarrolla en este álbum tiene un aire de ecosistema, que se complementa y regula de forma orgánica. Mientras unas canciones son más rudas y agresivas como las ya mencionadas, otras intentan exprimir el talento ambiental y sosegado del sintetizador; o como en ‘Environments’, dan un frenesí trófico que crece y se reduce según medida.

El resultado, aunque en ocasiones atolondrador (no somos neurocientíficos) es, por lo general fantástico y enternecedor. Floating Points sigue demostrando que, si él quiere, tiene un lugar privilegiado esperándole en el olimpo de la electrónica. Un lugar que sólo él puede tomar en el caso de dedicar tiempo, y sobre todo, espacio suficiente a cada uno de sus intereses. Aunque “Crush” es un disco de un acabado formal intachable, abusa de esa misma amplitud formal para aturdir al oyente, y no sigue un orden tan claro y conciso como el de “Elaenia”. Tal vez esa sea la única mácula (ese aire inacabado) del LP, que no deja de ser uno de los lanzamientos de electrónica de este 2019.

Escucha el nuevo disco de Floating Points en streaming.

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