Ya tenemos la polémica de los Oscar: que si Ryan Gosling y La La Land no han ganado, que si Moonlight es minimalista pero le falta contundencia y se arriesga poco cuando podría hacerlo, que si Manchester By The Sea es un dramón, etc. Ganadores a parte, poca innovación y poco riesgo por parte de la Academia a la hora de nominar. Pero si de innovar se trata, aquí tenemos a los australianos King Gizzard & The Lizard Wizard, que se perfilan como una de las bandas que marcarán un antes y un después en la música alternativa occidental. ¿Occidental? Primer debate. Si bien Australia, por el mero punto de vista geográfico, se ubicaría en Oriente, por su cultura anglosajona y estatus de ex colonia británica, se considera cultura occidental. ¿Y qué más da? Los de Melbourne hacen lo que les sale de las narices y ya demostramos en cinco ocasiones por qué son la banda de rock psicodélico del momento.
El frenético «Nonagon Infinity» encumbraba a los de Stu Mackenzie a lo más alto de la escena musical, desbancando a Tame Impala. Pero, ¿a alguien le sorprende lo que puedan hacer estos lagartos? La verdad es que a mí no. Desde discos acelerados como este del 2016 hasta el folk acústico de «Paper Maché Dream Balloon«, pasando por el álbum en cuatro partes iguales como lo era «Quarters«, lo de estos chavales es menos sorprendente que la reunión entre el Rey Felipe y Puigdemont de cara al Mobile World Congress de Barcelona. Discos como churros, tocando todos los palos y para todos los paladares a través del rock progresivo, la psicodelia y el rock más garajero. Croupiers con las puntas de los dedos mojadas en ácido.
Lo dicho, este 2017 es el año de la evolución de la psicodelia y la experimentación de los KG&TWL. Cinco discos con instrumentos modificados amenazan con sacar estos delincuentes del LSD. El primero lleva por nombre «Flying Microtonal Banana» y son nueve canciones con una guitarra microtonal personalizada que suena con una afinación de cuarto de tono, característica de la música árabe. El LP se abre con ‘Rattlesnake‘, primer single de ocho minutos de éxtasis y los fantasmas del Nonagon nos arrancan el corazón como una naja naja o la cobra india. Ritmos cambiantes, bajos como columnas que parecen no acabar nunca. ‘Melting‘, un tema que habla del calentamiento global con una lírica surreal «Thawing ices / Worse than ISIS / Worse than the most deadly virus / Living harmonious / Is desirous / How can we with absent-mindedness?» y un movimiento casi tropical con guiños down tempo que se fusionan con tonos africanos. ‘Open Water‘ también es extensa como la primera canción, pero el sonido de la zurna (algo así como un oboe turco) aporta ese toque oscuro de atmósfera onírica en el disco.
«Sleep Drifter» parece una pieza continuista de las dos anteriores, lo cual, después del chute de cafeína de Rattlesnake, puede dar un poco de calma a la bestia. Riffs inquietos y tambores progresivos que se expanden por el torrente sanguíneo. Una canción muy sólida digna de estos exponentes del krautrock psicodélico. El final de esta canción es de ovación. ‘Billabong Valley‘ es una balada spaghetti-western de ritmos árabes. Una voz muy dulce y envolvente te atrapa durante todo el viaje, con un coro muy brillante y una base de teclado y percusión excelente. Cuenta la historia de Mad Dog Morgan, una especie de cowboy/bandolero australiano. ‘Anoxia‘ es un homenaje a la distorsión que tanto les gusta, una canción bastante positiva que invita a un trip de ensueño por el desierto de down under, que se va difuminando como se nos va derritiendo el cerebro.
‘Doom City‘ es otra de las buenas canciones de este «Flying Microtonal Banana», un tanto apocalíptica y cercana a una de esas pesadillas en las que te levantas sudando y llorando. Devastación de todo lo que nos rodea, donde la única opción es entregarse aturdido a los entes que vienen a poblar nuestro mundo. ‘Nuclear Fusion‘ es otro de los puntos álgidos del disco, un cocodrilo que sigilosamente se acerca a su presa. Un ritmo proveniente de la India que te entumece los músculos y atrapa como un huracán sonoro. Como caer en un caleidoscopio y aparecer en el Planeta de los Simios con resaca de tres días. Por último, tenemos la pieza que da nombre al disco, una canción instrumental turca, como una banda sonora oriental que pone el broche final a un viaje espacial a los siete nuevos exoplanetas anunciados por la NASA.
«Flying Microtonal Banana» es una apuesta a todo o nada de unos muchachos que ya han dejado de ser una promesa para hacerse un hueco más que merecido en la escena psicodélica garajera. Son un tornado que sigue experimentando sin bajar el pie del acelerador, un monstruo de siete cabezas. Ellos no tienen miedo, siempre explorando límites y viendo hasta dónde pueden llevar ciertas ideas y conceptos que, además, ejecutan casi a la perfección. Siete mentes entusiastas, siempre gravitando hacia lo diferente, lejos de su zona de confort. Creatividad y curiosidad en estado puro. Se les puede acusar de muchas cosas pero King Gizzard logran conjugar ese mix de anarquía y experimentación para marcar otro hito en su desafío de alcanzar una nueva dimensión sónica.