King Krule – The Ooz [Recomendación]

La química cerebral es incontrolable. Los restos que deja la materia gris florecen en alguna parte del cerebro cual tubérculo y algunas mentes empiezan a inquietarse. ¿Quién podría pensar en todas esas sustancias residuales que genera nuestro cuerpo sin parar? ¿En una legaña rocosa, la saliva, el sudor salado o una costra fértil dada de sí? Nadie. Nadie, menos King Krule, el hombre que en este segundo disco llamado “The Ooz” las ha aprovechado para cocinar un concepto de álbum. Este segundo disco parte de ese devenir natural, inconsciente y despreciable, que Archy ha absorbido como una babosa hambrienta de mugre. En su cabeza, le da una fuerza y un sentido únicos, y los plantea como un punto de partida: todos esos elementos que crea tu subconsciente se pueden refinar y pulir.

Los cuatro años que han pasado desde “6 Feet Beneath the Moon” nos dicen que no ha sido un proceso fácil. Su segundo disco nace tras un periodo de inercia personal, de meses de depresión y muchas noches de insomnio en las que Archy deambulaba como un meteorito en órbita. En realidad, ya había algunos indicios de que así era: sus producciones de rap bajo el alias de Edgar the Beatmaker o “A New Place 2 Drawn” (su álbum personal de hip hop) se alejaban bastante del universo musical de King Krule. Pero la vida es fluir, como diría el gran Javier Ibarra, y basta con que se cruce una persona especial en tu camino para que todas tus ideas cobren un sentido. En este caso, la razón de “The Ooz” viene precedida por una joven que conoció en Barcelona y de la que se enamoró.

“The Ooz” es todo eso. Un álbum lúgubre, plural, nocturno, claustrofóbico y romántico. Nada obvio, partidario de los tiempos lentos y de los ambientes depresivos que mejor definirían a Nick Cave. Él lleva el rap en las venas y eso es algo que ahora todavía queda más claro. La base de ‘Biscuit Town‘ parece compuesta en el barrio más hermético del Sur de Londres, aunque Marshall lo dota de una elegancia tan única que la identificas como un género aparte. Y así con los 19 temas. ‘Emergency Blimp‘, que hace referencia a sus épocas de insomnio, es la más frenética del álbum pero lleva su sello marcado con hierro ardiente. “Estas pastillas solo me hacen babear“, suelta en un canto atropellado en alusión a las ineficaces pastillas que le recetaba su médico. Mientras tanto, ‘The Locomotive‘ representa su vertiente depresiva como esa locomotora de hierro oxidada con destinación a la muerte. Pasará a la historia como uno de los temas más oscuros de su carrera. ‘Dum Surfer‘ seguiría como la parada final: un tema de coros poseídos que resucitan a base de rock y elementos jazz, como el infalible saxo de Ignacio. ‘Midnight 01 (Deep Sea Diver)‘ también iría en esa línea con sus deliciosos cambios de compás. La lluvia la empapa de tristeza y el poeta canta: “la luz de la luna se refleja en la superficie de tiempos más oscuros“.

Si los puntos fuertes de su debut eran las baladas, aquí lo vuelven a ser. Desde ‘Slush Puppy‘, donde aparece la distorsionada voz de Okay Kaya, pasando por la simpleza instrumental de ‘Lonely Blue‘, que podría ser la prima hermana de ‘Baby Blue’, hasta el discurrir hipnótico de ‘Cadet Limbo‘, que refleja ese estado de amor ciego por su chica, comparable a estar flotando como en una nube. O en el espacio, como ‘Czech One‘, tan atmosférica y sideral. Con el amor, Archy escapa de todos los períodos turbios y hasta viaja a la luna. Tanto en ‘Bermondsey Bosom (Left)’ y ‘Bermondsey Bosom (Right)‘, Archy y su chica proponen la escapada: “tu y yo contra esta ciudad de parásitos“. En el grupo de canciones más densas encontramos una interesante ‘Half Man Half Shark‘ (donde canta su padre en los primeros segundos) y una ‘Vidual‘ en la que Archy cuenta la traumática experiencia de haber presenciado un crimen de joven.

Para cuando dan las doce y se destapa ‘La Lune‘, fuera en la calle sigue lloviendo. Con ella nos despedimos otra vez bajo la luna, aunque esta vez quizá no tan lejos de ella. El chico del Zoo, ahora de Ooz, no sufría dislexia; quizá soñaba con ser ese mago que la tocara con sus manos. Y nada lejos de la realidad. Este disco de King Krule reafirma de manera insultante que es único, y que nunca habrá otro como él.

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