El parsimonioso y exigente proceso creativo de la colombiana Lucrecia Dalt alcanzó su máximo exponente cuando en 2018 fichó por RVNG para lanzar “Anticlines”. En aquel desorientador trabajo ya se insinuaban algunas de las herramientas creativas que dan forma a “No era sólida”: un uso inusual de la percusión, un enorme delay sobre los sintetizadores y algunos sampleos, o una voz que parece tirar hacia la glosolalia. En su nuevo disco en RVNG, Dalt opta por crear un hilo temático, en el que Lia, un desdoblamiento de sí misma, va adquiriendo consistencia física hasta el clímax: la canción homónima con un inquietante y surrealista spoken-word. El resultado es en algunos instantes sensacional y en otros comparable a los efectos de la última droga disociativa del mercado o el más reciente curso new age de meditación extrasensorial; si te implicas la cosa puede resultar fascinante e inspiradora, en cambio si te resulta dificultoso sumergirte, puede volverse pesadillesco.
“No era sólida” es un álbum que expone distintas fases de Lia, una entidad compuesta por “moléculas sin forma precisa” por así llamarla, que van experimentando congregaciones y dispersiones en torno a distintos sentidos y sensibilidades. Este conjunto variable pasa en las distintas canciones a estar ‘Seca’, ‘Disuelta’, ‘Revuelta’, o incluso a “Ser boca” entre otros. Tan extraterrestre como esto suena, ello se empieza a intuir a través del concepto de panspermia mencionado en el cierre. Esta teoría, que defiende que restos biológicos prácticamente iguales a los de nuestro planeta pueden estar esparcidos por todo el universo, en sus formas más heterodoxas sostiene que los organismos de nuestro propio planeta serían extraterrestres y habrían llegado a través de un objeto espacial como un asteroide; o incluso que habrían sido colocados por otra civilización. Así, “No era sólida” se convierte en una exposición sonora de esa dispersión corporal y física, en una descripción del intercambio atómico entre superficies de objetos, y cómo algunas de ellas, como es el caso de la de Lia, pueden llegar a alcanzar una voz propia.
En ese sentido “No era sólida” podría incluso recordar a la pretensión formal de “Fetch the Bolt Cutters” de Fiona Apple. Ambos son álbumes con una profunda conciencia sensorial del modo en el que los objetos suenan y hacen música. La diferencia principal es precisamente lo que hace tan interesante este disco: mientras que Apple tiene un viciado, caricaturesco y ácido uso de la palabra, Dalt entiende que incluso cuando hay voz, no tiene por qué haber una comunicación en un lenguaje ordinario; los objetos y las cosas nos hablan, pero no tienen por qué hacerlo con nuestras mismas palabras. Como consecuencia de esta sensibilidad, “No era sólida” se transforma en un LP de “electrónica atómica”, en el que los medios expresivos se erigen y se derrumban sin un hilo demasiado inteligible.
Esa panspermia musical, que recuerda a la de coetáneas de Lucrecia Dalt como Holly Herndon o Laurel Halo en su faceta más ambiental, abraza una concepción de la música que no resulta tanto vanguardista como profundizadora. Dalt realiza una profunda inmersión en los límites de lo perceptible (sólo hay que escuchar el rechinar del primer tema para adivinar cómo juega con los límites de la audición) alcanzando esa “intimidad atómica” que puede llegar a resultar incómoda. Como en el videoclip del último tema, vemos las formas emerger, formar algo casi comprensible y derrumbarse inmediatamente en los confines de audición. La última canción, ‘No era sólida’, es entonces prácticamente un manifiesto en el que por fin Lia parece poder hacerse entender y su voz, distorsionada, se acerca y se aleja de la de la propia Dalt, mientras interpela, unas veces a Morgan, otras no se sabe bien a quién.
Lo cierto es que “No era sólida”, a pesar de su empaque experimental y sobrecogedor, es un disco urgente y contemporáneo. En él no sólo se le da protagonismo a las mínimas partículas que puedan expresar o transmitir algo (una dinámica enormemente deconstruccionista); sino que se trata de romper de forma intensa e inteligente con los puntos de apoyo de una escucha convencional. Ello lo convierte en un disco enormemente complicado e incómodo; pero que nos regala sensaciones especialmente inusitadas. Lucrecia Dalt, al igual que otras compañeras de sello, parece ensimismada en querer entender o expresar lo que realmente puede la música decirnos sobre nuestro tiempo; lo que la convierte en una artista arrojada y difícilmente clasificable.