Éste es un álbum difícil de escuchar. Lo es porque derrumba en nuestras narices la forma y sonoridad habituales de lo que conocemos como “canción“, porque nos asalta con una sensación de inquietud palpable (cosa que por otra parte no es novedad en la carrera de Nick Cave), pero, sobre todo, porque es una muestra dolorosamente tangible de lo que sucede cuando a uno de los letristas más oscuros, crudos y violentos de los últimos treinta años se lo maldice con una de las mayores tragedias imaginables: la muerte de un hijo. Parece imposible que después de la desgracia se pueda concebir otra música. Y es que los temas del “Skeleton Tree” están rotos. Completamente rotos. Una voz que suena espiritualmente agotada es lo único da a los muchos elementos que conforman los temas una cohesión casi dolorosa. Apenas se encuentran riffs, estribillos o versos pegadizos (exceptuando ese atronador clamor inicial: “with my voice I am calling you“), sino una concatenación de ideas que se alejan de las voluntades narrativas de anteriores discos y se dejan llevar por éste fluir musical deconstruido.
No es habitual que tras quince discos de estudio un grupo musical se ponga a probar cosas marcadamente diferentes. Si bien éste no es un giro radical en la carrera de Nick Cave & The Bad Seeds, sin duda se trata de una de sus propuestas más experimentales, de aquellas que nos recuerdan con más contundencia que éstos no son una suma de cantante/compositor y banda (asociaciones que quizá podríamos realizar con Springsteen y la E Street Band o Neil Young y sus más recientes Promise of the Real), sino dos organismos que se retroalimentan y complementan como la más equilibrada de las formaciones. El trabajo de Warren Ellis, uno de los miembros más icónicos del grupo, multiinstrumentista y coproductor de Skeleton tree, destaca aquí por su precisión a la hora de leer las necesidades del álbum. Para acompañar el piano de Cave, prácticamente el único sonido “limpio” constante que se nos presenta, renuncia en gran parte a las guitarras en pro de drones, sonidos disonantes, teclados filtrados a través de incontables efectos e incluso un violín de hojalata del que farda con orgullo en el documental sobre la grabación del disco One more time with feeling (comentando, con una media sonrisa, algo en la línea de “tiene un sonido horrible, pero mola muchísimo“).
El disco empieza con una figura cayendo de los cielos y estrellándose contra un río. Esta incidental (la letra fue escrita antes del suceso en cuestión) y turbadoramente profética declaración de intenciones, junto con una base instrumental que podría surgir del improbable cruce entre una banda sonora de película sobre alienígenas de los años 60 con otra de Thomas Newman, hacen de ‘Jesus Alone’ una pieza de apertura incuestionable. Dos mujeres (quizá la misma) marcadas respectivamente por aires de vitalidad y de agotamiento existencial son las figuras a estudio de ‘Rings of Saturn’ y ‘Girl in Amber’, canciones que, pese a sus diferencias tanto musicales como líricas, comparten curiosamente el uso de unos coros absolutamente desquiciados. Por lo poco habitual de su ubicación, estos “ouohoh” y “aa-aa-aah” incrementan si cabe la desazón que provoca el conjunto, como si ilustraran un resquicio de ilusión que ya ha abandonado la esperanza de verse realizado.
Flashes de sangre y vísceras son acompañados por un flash literal como única base rítmica en ‘Magneto’, y en ‘Anthrocene’ asistimos a otro asesinato, el del mundo que nos rodea por nuestra propia instancia. Este pequeño bloque central ostenta la instrumentación menos convencional del conjunto y la atmósfera más agobiante, y enlaza bien con el tono depresivo del cantante en ‘I need you’, que asiste con impotencia a la desaparición de la persona a la que ama. ‘Distant Sky’ adopta un imaginario eclesiástico con el apoyo de la soprano danesa Else Torp y un ritmo extremadamente pausado, pero, pese a lo muy pacífico de la pieza, el mensaje es claro: “They told us our gods would outlive us, but they lied“. Para terminar, en el tema homónimo que cierra el disco, Nick Cave supera como puede esta realidad apenas anunciada, y deja en forma de balada con toques de folk una auténtica perla cuyo final resignado consuela y aplaca, como puede, todos los males y desconciertos que se han explorado en “Skeleton Tree”.
A lo largo del álbum se nos pone en el lugar de diversos personajes -o desdoblamientos imaginados pero sentidos del propio Cave- y sus relaciones consigo mismos, con otros y con el mundo, pero no se nos cuentan historias particulares, sino que se da rienda suelta a un impactante torrente de imágenes concretas y sentimientos abstractos. Por poner un ejemplo, si ‘Jubilee Street’ o ‘The Ballad of Robert Moore and Betty Coltrane’ eran prácticamente novelas negras hechas canción, ‘Magneto’ bien podría representar las visiones que se le pasarían por la cabeza a uno de sus protagonistas en una noche de insomnio. Lo que más destacable resulta es que, pese a lo poco narrativo de las letras, sus reflexiones sobre el amor, el desencanto de lo divino, la pérdida y su aceptación quedan impactantemente retratadas, y, con el duelo como filtro a través del cual se reinterpretaron en estudio, contribuyen a ilustrar una lectura de la experiencia de vivir tan descorazonadora como bella.
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