Shame – Food For Worms | Crítica

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La tendencia de Shame a desencasillarse del género (el post-punk que sigue tan de moda) es algo que viene de lejos. “Hay mucha gente haciendo música así, no queremos sonar igual que ellos“, recoge DIY en una declaración del batería Charlie Forbes. “Esos payasos ni siquiera saben que nosotros lo empezamos todo“, complementa Eddie con cierto rintintín. Cualquiera diría que con su tercer disco, “Food for Worms“, el quinteto inglés sirve a la escena de nuevas y frescas raciones para alimentar a las lombrices. Si la portada fuera el caldero, seguro hablaríamos de magia negra. Pero no vayamos tan lejos, en este acto litúrgico no hay intención de invalidar a nadie, sino más bien una idea de corresponder ante un crecimiento personal/grupal tremendo. El resultado adelantamos que no defrauda. En su marmita hay desde orquídeas hasta dedos (de acero) que, con un sorbo, te revitaliza a lo Asterix. Con este trabajo se han hecho invencibles.

El secreto de la fórmula en realidad está ahí delante: van de cara. No hay medias tintas. A la hora de la verdad, se quitan la capucha y dejan ver el rostro a un “Food for Worms” perfectamente producido por Flood que musicalmente ha evolucionado bastante desde Drunk Tank Pink. Eso por una parte. Por otra, ocurre que este disco no es una iluminación como las de Rappel. Es un ejercicio creativo al albur de su instinto y criterio, que al mismo tiempo, deja claro que, de criterio, tienen un rato. Vayamos con la primera cucharada, ‘Fingers of Steel‘, un pilar tan pilar que fue single. Medio cañera, muestra bastante bien la vara de medir que tendrán durante el disco a la hora de integrar la melodía en ese embrollo de guitarras que tienen tan bien montado. El foco está, sobre todo, en cómo canta Steen: va pivotando entre el canto entonado (hasta se adivinan coros al final) y el deje hooliganista. Siempre sin guión, como a ellos les gusta. Dicen que los temas nacieron para ser tocados en directo, y se nota.

A medida que vamos removiendo el cazo es cuando la cosa se pone interesante. Sobre estructuras imprevisibles, aparecen temas disímiles. Podemos partir de un ‘Alibis‘, cuadriculado y oscuro como en su anterior obra, y pasar a una ‘Adderall‘ que es todo lo contrario: avanza a ritmo de té macha, con sus momentos de mini-épica, descompás e imperfección, tan propias del dejarse llevar. Seguimos con una ‘Orchid‘ classy con, atención, guitarra acústica y un poso muy Lou Reed. Nada que pudieras esperar. Luego, te topas con una ‘The Fall of Paul‘, donde sacan más los galones punk, estresando las guitarras desde un principio para acabar en la algarabía. Ideas viejas, nuevas, o mezcla de ellas, como ‘Burning by Design‘, un tema que crees que se toma despacio y resulta que va a Sant Hilaris.

“Food for Worms” es un sabor distinto. Shame andaban perdidos antes de crear el disco, como si alguien les hubiera echado un mal de ojo, pero, como en tantas carreras musicales, donde veían un cielo nublado, ahora ven la luna y las estrellas.

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