“I
was tied by your memory
Like it’s someone else, like it wasn’t me”
Así reza ‘Tomorrow’s Dust’, la sexta canción del primer trabajo de Tame Impala en cinco años, continuación del técnicamente polémico y líricamente resentido “Currents”, un disco que, si bien fue recibido con recelo, ha envejecido convirtiendo a Kevin Parker en una de las figuras más relevantes de la música alternativa de nuestra época. En todo este tiempo el australiano ha estado trabajando en “The Slow Rush”, colaborando con Theophilus London, SZA, Kali Uchis, Mark Ronson, ZHU… Con irregulares resultados. Además, tuvo tiempo de casarse el año pasado y de regalarnos un single, ‘Patience’ que parecía más una mofa hacia sus fans que una petición sincera (lo que no anula su genial aura de cool disco).
Resulta extraordinario observar que una “estrella de rock” (expresión de dudoso sentido en la actualidad) tenga casi que dar explicaciones por cambiar de estilo. Sin duda los tiempos han cambiado. Tame Impala lanzaron hace diez años un debut con el que pusieron en marcha la rueda del revival psicodélico australiano, un tren con mandalas desdibujados y veinteañeros desorientados probando setas alucinógenas al que sin duda valía la pena subirse. En un panorama musical que se dedica a fagocitar incesantemente las ideas cuyo éxito ha sido ya testeado para llenar festivales indie y vender vinilos ante la nueva eclosión del consumo de estos productos, los oyentes no hacen sino alinearse una y otra vez con la industria, vociferando y calificando de “inauténtico” cualquier movimiento que escape a las expectativas perfectamente regladas por unos géneros recalcitrados desde hace ya sesenta años. En esta vorágine de inmovilidad y estancamiento, la propuesta de Tame Impala a partir de 2015, que, siendo francos, no es especialmente futurista, le sentó como una patada en el culo a quienes ya consideraban “Lonerism” un “instant classic” que vaticinaba el advenimiento del nuevo Jesucristo de la música de guitarras: Kevin Parker.
La primera en la frente con ‘Borderline’: “The Slow Rush” es la confirmación de una lenta y ostentosa deriva de Tame Impala hacia un pop de pista de baile, con pequeñas referencias a clásicos de la música disco y más que nunca una patente indiferencia sonora hacia el qué dirán. Y decimos sonora porque líricamente Parker deviene un sobrehombre nietzscheano instigando una y otra vez al oyente a que tome el pasado y haga un uso utilitarista y desenfadado de él, con el fin de mirar al futuro, cuyo halo se adivina ya en el presente.
Esto es básicamente de lo que habla “The Slow Rush”: del tiempo. Kevin Parker parece por fin desligado del enorme peso que su pasado ocupaba en toda la discografía de Tame Impala. Pongamos un par de ejemplos sobre ello: el más notorio es el del single ‘Posthumous Forgiveness’, un corte cuya primera mitad recuerda técnicamente a los dos primeros trabajos de la banda y en la que Parker habla con resentimiento sobre su padre… Y una segunda mitad mucho más luminosa y ligera, en la que el cantante parece redimido, aceptando la limitación humana que generó que su padre inicialmente le decepcionase, sonando además mucho más sintético. El otro ejemplo es el segundo corte ‘Instant Destiny’ que trata sobre su nuevo matrimonio y resulta sorprendentemente feliz dentro de la discografía de Tame Impala. Desaparece por fin la latente sensación de “bad trip” que arrastraba la banda.
Hay entonces en “The Slow Rush” un ánimo por “dulcificar” y por soltar lastre, que se refleja altamente en su carácter bailable, sexy y en ocasiones musicalmente desenfadado. Buena prueba de ello es la cruel pero liviana ironía de ‘Lost In Yesterday’ o la atrevida ‘Breathe Deeper’, que cierra con un outro de space disco prácticamente confirmando la metamorfosis de Tame Impala. Pero también hay en el disco espacios reflexivos y profundos, en los que Parker parece exponerse de forma original (hablando de un amigo que falleció, de las dudosas y lamentables noches de fiesta, de momentos verdaderamente íntimos con su pareja…) y de los que extrae, desgraciadamente, pocos momentos memorables.
Como bien demuestra la introducción de ‘Glimmer’ uno de los grandes protagonistas del disco es el bajo. La atención que presta Parker durante todo el trabajo a este instrumento y a la meticulosa depuración de las bases rítmicas es notoria, dejando de lado, como hemos dicho, el ámbito melódico, que, aunque aparece malherido no termina de desarmarse. Y es que “The Slow Rush” es un álbum con una cadencia muy marcada que no deja de transitar por los singulares espacios de la memoria (como en la portada), mostrándonos el desgastado piso piloto de la conciencia de Kevin Parker y si nos dejamos llevar, el de la nuestra.
El último gran momento de desapego y ambiente verbenero llega con ‘Is it True’ que da paso a una sección algo más pausada en la que Tame Impala recuperan alguna guitarra, como en el cierre; o alguna percusión distorsionada, como en ‘It Might Be Time’. Quién sabe si en el futuro Kevin Parker no volverá a recurrir de forma más persistente a la música que vio nacer su célebre proyecto. Por el momento el australiano sigue ‘On Track’ y da gusto ver cómo al final ha aceptado que “sí está cambiando”. El constante progreso de su grupo, que en “The Slow Rush” no se manifiesta con demasiado riesgo, muestra a un artista inquieto, que mira hacia el futuro con optimismo y expectación ¿Will the fans let it happen?
Resumen de la crítica:
Pros
- La extraordinaria producción
- El bajo y las canciones más Disco Friendly
Contras
- Aquí no encontrarán un ‘It Feels like we only go Backwards’ ni un ‘The less I Know the Better’… So what?