El circulo es la forma reducida de muchas de las estructuras que componen nuestra vida; el año, los días, el movimiento de los astros, twitter, etc. Regresar al punto de partida, volver, una ilusión que nos persigue siempre y que parece reiniciar los eventos, cuando realmente lo único que existe es el camino de ida. Tras cuatro años desde su debut artístico con su álbum “Good at Falling”, The Japanese House aparece con un nuevo LP: “In The End It Always Does”, publicado bajo el sello británico Dirty Hit. Un álbum en el que Amber Bain se va a servir de la ayuda de distintos artistas: Chloe Kraemer, MUNA, Bon Iver y Matty Heally y George Daniel de The 1975. Vertebrado a partir de 12 canciones, este disco es un libro abierto sobre las experiencias vitales de la artista británica desde 2019 hasta ahora, en el que nos va a brindar reflexiones sobre el ciclo, el cambio y el amor, a partir de la figura del círculo como figura geométrica elemental de las relaciones sentimentales. Ella lo comenta así en una entrevista: “‘[This album] can mean a positive or a negative ending, the circle always repeats itself and life is just repetitive cycles that keep going. Life is about the new things that you’ve learnt within each cycle.”
El vínculo de amistad que mantiene con Matty y George ha sido siempre fundamental en su música, con un sonido que evoluciona muy claramente en paralelo y que sirve de guía para la artista. La instrumentación tan delicada, los destellantes arpegios de piano, las voces polifónicas, los distintos arreglos multi instrumentales, recuerdan mucho al “Brief inquiry into online relationships”; apostando por un sonido muy característico e innovador, que sublima el pop y ofrece una experiencia de escucha completa y sumamente delicada. Junto a esto hay que incluir unas composiciones líricas que funcionan muy bien con el ritmo y forma de las instrumentales, en las que Bain, a veces con sarcasmo y otras con el aplomo de un náufrago, nos habla del devenir, del cambio, desde un punto de vista muy esperanzador e inevitablemente romántico.
El disco abre con Spot dog, una orgía ordenada de instrumentos que discurre a lo largo de 4 minutos con la cadencia y claridad de un arroyo en mitad del bosque. A continuación, ‘Touching yourself‘ (junto con ‘Boyhood‘ y ‘Sunshine Baby’), promete ser uno de los hits de este álbum, una canción claramente adictiva y que es imposible no imaginarla sonando en la radio. En esta pista se puede percibir el sonido más clásico de The Japanese House y quizá sea más plana que otras en las que se aprecia las innovaciones de este album: “you think is different but is always the same//if you are thinking to change you are kidding yourself”.
El siguiente tema, ‘Sad to breathe’, abre con una delicada melodía de piano que desemboca en otro rush radioformulístico. Si antes hablábamos de la figura del círculo como ciclo, aquí se expresa en forma de bucle claramente nocivo “Cause you’re right and I’m trying//To change myself but it’s tiring//And I go to bed, and I’m crying//’Cause it’s sad to breathe the air” En general el disco es bastante repetitivo, en el buen sentido, tanto los arreglos como las melodías de piano y guitarras, se despliegan a lo largo de cada canción en igual medida y sin exabruptos, siendo lo más destacable la evolución tan notable en sus letras y en su voz. ‘One for sorrow, two for joni jones‘ es probablemente una de las mejores canciones de su carrera, así como de las memorables, sin caer además en una estructura formulística (como boyhood) y que representa bastante bien la etapa por la que ha pasado y la sensibilidad global de este trabajo: “I wanna be free//Or maybe I don’t, subconsciously//Maybe things will change//No, that’s just how I get into the trap//No one’s ever gonna love me//Like this dog lying on my lap”.
La tónica general del álbum atiende a una pretensión de ofrecer un mapa de sus emociones, no es su proyecto más personal porque todos sus trabajos parten del despliegue de sus intimidades, la vulnerabilidad es siempre para Bain el punto de partida, y es también esa vulnerabilidad la que probablemente sea la salvaguarda del artista frente a la conciencia maquínica de una IA o un “chatgpt”. En sus propias palabras “No one cares about what an AI has to say. People want the fallibility of a human being.” Nos encontramos con una de las aportaciones musicales más interesantes de este 2023; un pop sofisticado y dimensional, que demuestra el talento de The Japanese House para crear hits igual de adictivos que cuidados, y con una profundidad musical y lírica que se compromete con un punto de vista queer y que aspira a aportar un espacio memorable en este inicio de siglo XXI.