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[Recomendación] Vampire Weekend – Modern Vampires of The City (2013)

Hay grupos a los que siempre se les ha mirado con recelo, como si solamente fueran un ‘pijype’ (¿este palabro existe?) y materia de postureo estival. Sí, bendecidos por parte de la crítica y mucho público, pero un amor de verano, bonito y fugaz. De los que llegan, te cambian el mundo y en octubre son un recuerdo de postal y poco más. Si no hubieras leído el titular, querido lector, podrías pensar que llevo un párrafo hablando de The Strokes… Pero no, me refiero a Vampire Weekend. Pijos, sí, fusilan ritmos africanos, también, Ezra Koenig da a veces un poco de repeluco, claro, pero héte aquí que estos neoyorquinos son unos músicos como la copa de un pino. Con una sensibilidad pop tremenda y la habilidad para crear melodías perdurables unidas a letras que han ganado una enorme consistencia: naif pero no huecas, amaneradas y por momentos quizás excesivamente cultas, pero no pedantes.

En ‘Modern Vampires of The City’, además asoman bien visibles su inteligencia para medir el mercado musical y su talento. La campaña de promoción con vídeos líricos junto a Steve Buscemi ha sido ejemplar y lo segundo se palpa. Vampire Weekend habían llegado al techo con un estilo reconocible. Su fórmula de fusionar pop con herencia de la música africana y aires tropicales ya no daba más de sí. Un camino que proporcionó éxito y una montaña de clichés. El grupo casi lo tiene asumido, como una maldición gitana: “Usar referencias de otras culturas y crear música que combine esas cosas es complicado, si es gente con dinero y educación, también es complicado, pero en vez de admitir eso, la gente tiende a creer que somos unos idiotas ricos que se dedican a robar música africana…”.

Y como anunciaron (y era de prever), en su tercer trabajo han tomado la senda menos luminosa. “Necesitábamos ir un poco más hacia lo oscuro, y un poco más profundo, para crecer como banda”, decía hace poco la mente musical del grupo, el iraní Rostam Batmanglij.

Ya se vislumbra algo con el empiece en ‘Obvious Bycicle’ (con un magnífico juego de voces, por cierto) y ‘Unbelievers’, que juega a ser pop desalińado y épico mientras enmascara una historia de amor entre dudas existenciales.

En ‘Step’ es donde elevan las apuestas. Primero sacan su faceta de Indiana Jones de la música sampleando una canción no editada del grupo de rap underground Souls of Mischief. Pero es lo de menos, la reconstrucción corre engalanada en el clavicémbalo de Batmanglij y llega al tuétano, nunca mejor dicho, con Koenig entonando el “The gloves are off, the wisdom teeth are out, What you on about? I feel it in my bones, I feel it in my bones…». Primer golpe de gong a las puertas de la genialidad.

El segundo lo dan con ‘Ya Hey’. Una compleja pieza, quizás la más ambiciosa de su carrera. Con una producción laboriosa, se permite incluso la arriesgada estravagancia (aún no tengo decidida si fatua o no) de hacer coros con el efecto de sonido a los Pitufos o Alvin y las ardillas en el «Ya Hey!» del estribillo. Obviando eso, es una master class de Koenig. Influencias y referencias del Antiguo Testamento (el título se refiere obviamente a Yahvé) succionadas a través de sus raíces judías, y su habilidad más literaria que musical para fusionarlas. Koenig, al fin, saca partido pleno a sus años de estudiante en Columbia. Rezuma madurez.

‘Hudson’ es el tercera obra maestra. Debería haber sido el cierre idóneo del álbum. De una densidad críptica, es un ¿homenaje? ¿un reproche? ¿una esperanza tras el Apocalipsis? a su Nueva York querida. Bańada en el oscuro destino que sufrió Henry Hudson, el explorador inglés que le dio nombre al río después de ser arrojado a sus aguas tras sufrir un motín. Bajo una base casi de hip-hop tenebroso y una batería militar (la guerra está presente en numerosas referencias durante la canción), la opresión del tick-tack de un reloj, el efecto sonoro de un yunque y un martillo… y un sempiterno coro celestial como contraste. Lo humano, lo imperecedero (el tiempo) y lo divino (los ángeles). Tiene más claves ocultas que un pergamino ascético medieval, pero musicalmente, que es lo que nos atańe, funciona a niveles insospechados.

Porque Vampire Weekend no sólo saben dar un volantazo necesario, también saben ser pacientes. Según dicen, ‘Hannah Hunt’ la compusieron hace siete u ocho años. No encajaba en su debut ni en Contra. Una especie de road trip huyendo en pos del Sueńo Americano, con todo lo contradictorio que eso siempre ha sido y su presencia recurrente en la cultura estadounidense. Koenig apenas narra, casi ni canta, su viaje con Hannah en el que «no hay futuro» hasta un último minuto final en el que estruja sus cuerdas vocales en un ocaso perfecto.

Hasta las canciones ‘menores’ están dotadas de rasgos inspirados. El single ‘Diane Young’ sirve para mantener un puente con las vibraciones previas de Contra y tiene un toque fifties travieso, utilizando un curioso efecto para deformar la voz (llamado ‘formant shifting’) y un chistaco sobre los Kennedy. Quizás el punto flojo del disco es la sucesión en el tracklist de ‘Everlasting Arms’, ‘Finger Back’ y ‘Worship you’. Siendo notables, sólo destacaría la última. Otra ida de olla. Utilizando de nuevo claves religiosas, meten un inicio con Ezra cantando al estilo tradicional irlandés (es decir, a toda hostia) en un folk espídico, aderezado con un saxo igual de zumbado y unos «oh! Ooooh! Ooooooh!» casi de música evangélica. Les ha tocado la varita de la inspiración y todo les sale…

Y es que Vampire Weekend ya no son un amor de verano, al que mirar con cierta suspicacia, puedes arrodillarte a sus pies y sacar una alianza. No te fallarán.

Streaming Vampire Weekend – Modern Vampires of The City (2013):

Carlos A. Forjanes
Periodista con título enmarcado en la pared desde 2005. Un gol por la escuadra y un ritmo pegajoso le cortan la respiración. Lo primero lo cuenta en el Diario AS, lo segundo en Binaural.es. Charco que ve, charco que pisa. Twitter: @Forjanes_AS

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