El post punk suele encontrar su ecosistema en ambientes (climática y/o políticamente) deprimentes. Llámese Manchester o Canadá, como es el caso que nos ocupa. Viet Cong son de Calgary, el corazón de Alberta, uno de los estados motores del país de la hoja de arce. Pero algo se cuece en las entrañas de aquella tierra. Hasta Arcade Fire, antes de convertise en lo que sea que son ahora, eligieron como debut un álbum negrísimo como aquel magistral ‘Funeral’. Yendo a lo que íbamos, Viet Cong aparecen ya mismo como candidatos a revelación del 2015 porque será difícil encontrar un grupo novel que le quite las pegatinas a este conglomerado de antiguos miembros del indie canadiense, con los antiguos miembros de Women Matt Flegel y Mike Wallace a la cabeza. Flegel ejerce de vocalista con reminiscencias imposibles de obviar a Spencer Krug (Wolf Parade, Sunset Rubdown) y ya en su EP ‘Cassette’ se despegaban de los restos más pop de Women. Ahora en el largo redondean su paso al lado oscuro de la fuerza…
No dudo que nos los encontraremos hasta en la sopa en todos los carteles de los grandes festivales veraniegos, entre ellos el Primavera Sound 2015 que ya los ha anunciado, pero cuesta imaginar este álbum fuera de los rigores de una sala poco iluminada en una noche fría. Estamos hablando de un postpunk caleidoscópico. Es punzante, visceral. Por momentos deliciosamente crudo y de desarrollos largos. En otras experimental jugando con ritmos kraut y electrónicos, aunque alcanza su cénit cuando muestra su lado accesible que es droga pura.
Los siete cortes del álbum los limaron y esculpieron, a machetazo limpio como los guerrilleros de Ho Chi Minh, durante una gira interminable de 50 conciertos embutidos en un Toyota familiar. Donde, juran, casi se cargan a un borracho en Nueva Orleans mientras conducían hasta las trancas de setas. Y se nota. ‘Newspaper Spoons’ abre juego y es la composición más inteligente del largo. Recolecta todo lo que es este debut. Frialdad extrema, negrura marcial, pero una línea de sintetizador durante el último minuto avisa de que, al final del camino, hay melodía, vida. No sólo castigo en una letra que habla de “violencia retorcida, esencialmente sin distorsión, silencio alambrado, desvaneciéndose en el aburrimiento…“.
El álbum contiene matices arriesgados (‘Pointless Experience’ y ‘Bunker Buster’) pero en ningún punto se concentran tan violentamente como en ‘March of Progress’, el momento más más desconcertante. Los canadienses deconstruyen sus postulados previos hacia una composición con ambient industrial de primer plato, algo de indie-folk de segundo y pop ochentero como postre. Ahí es nada.
Agradecida la capacidad experimental del grupo para salirse por la tangente, donde más dan de lleno es cuando recuperan el pulso hacia sendas más convencionales con dos pasajes de venirse (literalmente) arriba. En ‘Continental Shelf‘, el corte más redondo del disco, te abrasan con un Flegel que se reboza bajo el magma de una poderosa percusión y después te rematan con ”. Si este no es uno de los trallazos de revivalismo post punk mejor paridos de este siglo, que baje el arcángel Ian Curtis y lo vea. Los siete minutos y 31 segundos de inspiración que engloban estos dos temas barren todo lo que ha parido Interpol desde ‘Antics’.
El gran mérito de Viet Cong es que se unen a otras bandas que le están dando una vuelta de tuerca al post punk de manual, véase Cult of Youth (estos se atreven a flirtear con el folk y el metal). En el entramado central del epílogo (‘Death’), se travisten en Swan para taladrarnos el cráneo con una misma línea de guitarra distorsionada hasta veinte veces (las conté) antes de proseguir con un ritmillo alegre como si lo anterior fuera una simple patada amistosa en la ingle. Once minutos soberbios. Un pasaporte a lo mejor del 2015 y aún estamos en febrero.