Desapegarte de la cotidianeidad de la rutina es complicado, pero a menudo necesario. Muchas semanas llegas al viernes con ganas de cambiar de nombre, de ciudad y de vida, pero el domingo vuelves a poner los pies en la tierra y aterrizas en lo que asumes que es tu realidad. Pero, ¿y si podemos alterar el monótono transcurso de las cosas tan solo disfrutando de un disco? Escuchando “S16”, el nuevo álbum de Woodkid, con auriculares por la calle te das cuenta de que, de pronto, estás siendo el protagonista de un thriller de ciencia ficción. Y ahí es cuando, una vez más, el arte convertido en música se convierte en una fantasía que es mucho más interesante que el plano en el que nos ha tocado vivir.
Si no contamos la magnífica banda sonora para “Desierto”, Yoann Lemoine no firmaba un trabajo discográfico propio desde 2013 con “The Golden Age”, un debut más que digno que le hizo ganarse su propio espacio en el pódium de los grandes compositores y artistas contemporáneos gracias, en parte, a hits como ‘Run Boy Run’. Algo había en la voz grave de Lemoine y en su manera de concebir el sonido orquestal que nos cautivó a todos desde el momento en el que irrumpió en la industria, y con “S16” podemos afirmar con certeza que lo ha vuelto a conseguir.
Con tan solo un disco oficial bajo el brazo, el listón estaba más que alto. Pero Woodkid tenía las cosas claras con este nuevo trabajo, y ninguna prisa. Tal y como nos confesó en una entrevista el pasado abril, aprendió a no tener “la emergencia de componer”. Una afirmación que demuestra a lo largo de las 11 canciones de este “S16” en el que el artista francés reflexiona sobre aceptar, abrazar y vencer ciertos miedos que construyen nuestra fragilidad como personas.
En cuanto al sonido, Woodkid vuelve a apostar por los arreglos orquestales, pero esta vez desde un lado más industrial y distorsionado. “S16” podría encajar perfectamente en la banda sonora de una película intrigante, gracias al carácter épico y misterioso que envuelve sus canciones. El coro de voces blancas de ‘Reactor’ o ‘Minus Sixty One’ hipnotiza del mismo modo que esa mezcla entre instrumentación de cuerda con beats punzantes que tanto reina a lo largo del LP.
Por ponernos quisquillosos, podríamos decir que el de Lyon podría haber arriesgado más en este disco después de 7 años investigando en las profundidades de la música orquestal y ambiental. Ese quizás sea el motivo por el cual “S16” no es un disco perfecto. Pero, a su vez, es el as bajo la manga de un músico que ya ha conseguido crear escuela alrededor de su propuesta artística.