Para ciertos grupos no existe una receta musical exacta. Sobre el papel está ahí escrita, pero a la hora de la verdad uno quiere componer la música de Whitney, con los ingredientes de toda la vida, siguiendo los tiempos cronometrados y poniéndole mucho cariño al tema, pero nunca acaba sabiendo igual. Vendría a ser como los canelones de mi abuela, irreplicables incluso cuando me pongo el delantal supervisado por ella; si esas manos pudieran hablar. Con los de Chicago pasa algo así, hay un componente que no sale en ningún libro culinario y que se inmiscuye en una carta en la que conviven tradición y vanguardia. Su debut en 2016, “Light Upon the Lake”, sorprendió precisamente por esa cualidad: la de cómo abrirse al mundo sin perder las raíces de cada género musical. Nada de cocina alternativa. Este segundo álbum que han llamado “Forever Turned Around” (Secretly Canadian, 2019), tampoco va de ostras jurásicas, ni parpatanas con pistacho, sino de ese caldo que le da cuatro patadas a todos los demás. Aunque riesgo hay poco. Max Kakacek y Julien Ehrlich (ex-Smith Westerns, banda de la que más de un indie fan recordará) tienen el pulso más que cogido a Whitney y, como lo saben, han entregado un disco continuista.
Clásico no es antónimo de sorpresivo. En este disco, en el que Jonathan Rado de Foxygen ha sido co-productor, las gratas sorpresas están en las armonías más que en las estructuras, arreglos o giros inesperados. Los de Illinois se han servido de vajilla buena para emplatar canciones con una gran variedad de sonidos orgánicos. Desde trompetas y vientos varios, que añaden aún más capas de armonía, como auténticas cebollas, hasta la base percusiva, a la que suelen darle un peso especial (basta con ver que la batería/voz es la cara más visible en los conciertos). Sin descuidar el piano, yo diría que su instrumento de oro, determinante, como la sal. Con él, Whitney tejen un tapiz multicolor (como el de Freixa) a “Forever Turned Around“, lleno de vida, vistosidad y optimismo, aunque a ratos pueda sonar a trabajo compadeciente.
“Muchas de las letras del disco se leen como un diálogo interno que pensamos que todo el mundo está teniendo. Como las vibraciones de la vida y la muerte“, comentaba Ehrlich a DIY sobre el álbum. Entendido como un optimismo cauteloso sobre el principio y fin de las cosas, ese mood es justamente el que refleja ‘Used To Be Lonely‘ con su letra simple (que se inspira en la angustia de la soledad).
Sin embargo, la banda tiene esa muñeca para darle la vuelta a la tortilla y flamear todas esas vibras, buenas y malas, para que al final fluyan de la forma más agradable posible. La voz del artista, es decir, la de Julien, es la que, una vez más, convierte toda esta básica y a la vez compleja elaboración en alta cocina. En la despierta ‘My Life Alone‘ tenemos uno de muchos ejemplos. Es evidente que el estilo es imitable, pero una voz tan libérrima como la suya, no. Aunque realmente es increíble lo bien que puede llegar a funcionar Whitney incluso sin su voz identitaria. ‘Rhododendron‘, que se sirve de interludio entre el primero y el segundo, hace valer la fuerza instrumental, llevando esa dichosa armonía (y deliciosa) a su punto de cocción.
“Forever Turned Around” no se devora, se degusta. No mandan las estridencias, sino los detalles. En otras palabras: es un trabajo de diez delicatessens que no te descubrirá ningún nuevo sabor que no hayas probado antes. Puedo entender que con una escucha uno ya se haya empachado porque el álbum tiende a ser plano, aunque si esto ocurre, lo oportuno sería dedicarle más tiempo. A todos nos acabó gustando la verdura.
Whitney estarán a finales de año en el Primavera Weekender de Benidorm.