[Crónica] Angel Olsen en Barcelona (Razzmatazz, 26 de enero de 2020)

cronica angel olsen barcelona

Angel Olsen, como otras tantas artistas del sector, suele definir su yo como cantautora a partir del contexto creativo, y no a partir de su yo personal ni de cualquier otro faro que sirva como vigía en su (siempre activa) senda vital. Temporada que pasa, temporada que descubrimos más y más como la de Asheville posee un ADN poliédrico sembrado hasta el infinito: donde en la gira de “My Woman” identificamos una frontwoman “made in the 60s” de armas tomar (¿recuerdan su bolazo en el Primavera Sound 2017?), en la de “Phases” dimos con una creadora necesitada de dialogar tanto con consigo mismo como con aquel embrionario material original (casos ‘Chance’ – ‘Lark’ a modo de claros ejemplos palpables) que bien requería ser redondeado.

Otra historia es aquella con la que nos hemos topado en el tour de “All Mirrors”. Dejando atrás las facciones pretéritas de su ser, Angel Olsen ha optado ahora por abonarse al terciopelo, al perfume parisino y a lo barroco. Pero a lo barroco con reminiscencia más visual de la palabra: reflejando claroscuros, y ahondando a nivel consciente en aquel seductor equilibrio entre fragilidad y fortaleza tan propio de la obra de Caravaggio, Gian Lorenzo Bernini o Rembrandt. La portada de su estelar último álbum es una muestra perfecta de esta llamativa jugada: clasicismo, grandilocuencia y sobriedad, sobre un mismo lienzo bicromático.

A grandes rasgos esas son las tres condiciones con las que Olsen guisó su actuación el pasado domingo en la sala Razzmatazz de Barcelona. Acompañada por seis músicos diferentes, entre los que identificábamos cello y violín como evocador acompañamiento, y luciendo un atrezzo similar al de una moderna soprano, la artista nos abrió las puertas a una nueva etapa de su vida creativa ofreciendo un intenso y remodelado “tour de force” escénico. Aquí, y a diferencia de lo degustado dos años atrás en la BARTS, no existió apenas espacio a la experimentación o al A/B Testing de cantautor. Nos tocaba cambiar las lentes: ahora Olsen apostaba por diseñar una experiencia bien cerrada en la que se palpase el esmero puesto en sus bellas costuras melódicas.

Es desde esta perspectiva que uno puede llegar a entender que Angel Olsen destinase gran grueso de la velada a defender los hipnóticos cortes de “All Mirrors”.  A su manera, con un set dedicado en un 60% al material editado más recientemente, lo de Razz se postuló como un bolo creado para clavar la bayoneta en los tímpanos de los asistentes menos previsores. Todo arrancó en clave imperial, con una doble ejecución, la de ‘All Mirrors’ y ‘Spring’ en la que la voz de Olsen surfeó sobre un encrespado pop de atractiva factura analógica. Eso sí: con el aterrizaje de ‘Impasse’ se demostró que no todos los pulgares del directo iban a estar apuntando al cielo. Razón: el poderío de la hipnosis casi post rockera de su versión de estudio quedó replicado a “solo” un 70% en su faceta en vivo. Ciertas carencias en la sección de cuerda (¿en número, quizás?) podrían dar respuesta a por qué esta no conseguía generar óptimamente aquel tsunami melódico que tanto humedeció nuestra ropa al zambullirnos de lleno en el LP.

A pesar de dato, la concreción de ‘Lark’ y ‘Summer’ se destiló de forma eficiente gracias a una Angel Olsen que, pese a crecerse por momentos, se sintió totalmente cómoda en términos vocales. Luciendo galones, la estadounidense se comió el escenario al ejecutar cándidas joyas como la chispeante ‘Tonight’, pieza en la que sacó a relucir el sonido más íntimo y crepuscular de toda su última obra. A partir de entonces todas las fichas tiradas sobre el fieltro se centraron en abordar el noble arte del quiebro. Me explico: ya cerrado gran grueso del acto de “All Mirrors”, Olsen empezó a oscilar entre variopintas composiciones de obras más añejas. Mientras que con ‘Sweet Dreams’ o con la inolvidable ‘Shut Up Kiss And Me’ nos deleitó con un sonido de cierta ductilidad semi surf rockera, con ‘Windows’ se dejó alumbrar por el influjo lunar cual introspectiva y cercana Beth Gibbons. Su versatilidad pudo con todo: tanto sacar lo mejor en solitario de bases un tanto cochambrosas (‘Unfucktheworld’) hasta brillar por todo lo alto con cierta pose crooner con aquel estilizado y perfecto encore llamado ‘Chance’.

Curioso: es en este último registro, el de crooner clásica, en el que atisbamos la mejor y más seductora cara de Angel Olsen en vivo en el año que nos ocupa. Visto que la policromía es lo suyo, ¿para cuándo un “back to the basics” en ese sentido, Angel? Piel por escamas. O escamas por piel, como veas. Otro cambio en tu tez es siempre una victoria.

Texto: Pablo Porcar
Fotografías: Kevin Zammit

0 Shares:
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

También te podría interesar