Volvemos al BIME, el festival de invierno que se sigue consolidando en el calendario. Como novedades a destacar, la presencia de un nuevo pabellón para camping y el acuerdo con PayPal para las pulseras de pago automático. Lo primero no lo probamos pero sí lo segundo y debo decir que funcionó muy bien. Con la misma pulsera con la que puedes acceder y salir del recinto efectúas, previa carga y con facilidad, tus pagos en las barras de comida, bebida o merchandising. Y al acabar el festival, te devuelven el dinero no utilizado de manera automática. Un acierto, habrá que ver si lo extienden a Azkena y BBK Live.
Entramos y otro aspecto a agradecer es la mejora de la movilidad dentro del recinto; adiós a aquellos pasillos laberínticos de otros años. Fuimos directos al escenario teatro, donde Gaspard Royant ponía la guinda final a su actuación. El francés estaba montando una buena fiesta, que terminó paseando entre el público durante su último tema. Se trata de una banda que va ganando en veteranía y calidad, y a la que esperamos poder ver este verano.
Aprovechamos la salida del público para tomar posiciones en primera fila y ver a nuestro objetivo número uno del día, Benjamin Clementine. Su historia es ya conocida, de tocar en la calle a estar en boca de todos, gracias a un primer disco notable. Benjamin se presentaba en el BIME en un formato muy básico: descalzo, en vaqueros, con un abrigo de paño que dejaba ver un torso desnudo, un piano, y una batería que, ocasionalmente, añadía aún más profundidad a sus canciones. Arrancó a las teclas las primeras notas de ‘Gone’ para meterse a todo el teatro en el bolsillo. Un despliegue vocal impecable, sobrecogedor, capaz de llegar allá donde necesitara.
Durante ‘The People and I’ se sumó el batería de acompañamiento, ayudando, como si fuera necesario, al brillante final de la canción. ‘Condolence’ y ‘Nemesis’ permitieron ver a Benjamín en registros más arriesgados pero igualmente estremecedores. Llegó el tiempo para su canción más popular, ‘Cornerstone’; una versión con intro y salida de la canción extendidas y manteniendo toda su calidad original.
La intensidad de `Beady Buses’ y ‘London’ dieron paso a ‘I Won’t Complain’, de su primer EP. Momento en el que Benjamín se despidió con todo el teatro puesto en pie y pidiendo más. Siendo un festival no lo esperábamos, pero pasados dos minutos volvió a salir para tocar una apropiada ‘Adios’. Nos regaló una versión extendida y en la que Benjamín, ya con menos seriedad y más sonrisas, se despidió agradecido de su primera visita a Bilbao. Terminaba un concierto que fue todo lo que esperábamos y mucho más. Este chico lo tiene absolutamente todo para arrasar y esperamos que no tarde en volver. Con tanta emoción no teníamos cuerpo de ir a ver a Los Planetas y permanecimos en el teatro para ver otra de nuestras prioridades.
Iron & Wine, o lo que es lo mismo Sam Beam, se presentaba en formato “solo and acoustic” y viendo el resultado, fue todo un acierto. Tras saludar al público y presentarse, preguntó qué canciones nos apetecía escuchar, y esa fue la dinámica de todo el concierto. Hizo caso a bastantes de las peticiones (no todas) e interactuó tanto con el público que parecía un amigo con el que estás tomando algo mientras toca unas canciones. ‘The Trapeze Swinger’ fue un inicio emocionante. Tras ella dio paso a la primera petición del público, ‘Boy With a Coin”, después de la cual decidió dar algo de orden a las propuestas de los asistentes.
‘Naked as we came’ provocó una gran ovación, a la cual Sam respondió comentando lo genial que era cruzar el océano y ser recibido con tantas caras sonrientes. Poca cancha le dio a su último trabajo en estudio, ‘Ghost on Ghost’, aunque debo decir que las canciones desnudas suenan mucho mejor, como ocurrió con ‘Lover’s Revolution’. ‘Communion Cups & Someone’s Coat’ fue uno de los puntos fuertes del show, beneficiada por el formato. Lo mismo le pasó a ‘Rabbit Will Run’ en la que Sam brilló a la guitarra.
“¿Os importa que interprete una nueva canción?” preguntó, y así lo hizo ante el entusiasmo del teatro. Después, ralentizó ‘Tree By The River’ con un resultado excelente, a pesar de equivocarse con la letra, y alucinó con el hecho de que la gente respondiera al fallo con aplausos de ánimo, “Muchas gracias, you guys are crazy”.
“¿Donde estábamos?, ¿Cuál toca ahora?”. Se acordó de algunas de las primeras peticiones para interpretar ‘Fever Dreams’, ‘Low Light Buddy Of Mine’ y una desgarradora ‘Caught in the Briars’.
Algunos asistentes le pusieron en un aprieto solicitando ‘Everyone’s Summer of ’95’, pero la pudo cumplir pese a algún traspiés en la letra. Finalmente, la versión de ‘Such Great Heights’ de The Postal Service cerró el recital, que duró una hora. Lo dicho, me emocionan más las canciones en este formato desnudo que en sus discos. Ojalá siga apostando por este formato.
Salimos del teatro para acudir al final del show de “Stereophonics” con el que en ningún momento llegamos a conectar. Lejanía, sonido regulero y que veníamos de ver unos artistas que jugaban en otra categoría. Teníamos la certeza de que “Crystal Fighters” tampoco nos aportarían mucho más. Eso sí, la chavalería estaba dispuesta a disfrutar pasara lo que pasara. Fin de una jornada en la que apenas salimos del teatro y no nos arrepentimos. Es el secreto mejor guardado del BIME. En el pasado ya habíamos visto actuaciones espectaculares allí, como la de Mark Lanegan en 2013 o la de Billy Bragg en 2014. Y las de este, no hicieron más que confirmarlo.