Crónica

[Crónica] EELS en Barcelona (Razzmatazz, 6 de septiembre de 2019)

EELS Barcelona Razzmatazz

Apenas ha pasado un año desde que Eels visitaron Barcelona y Madrid, pero muchos de los que los disfrutamos en una dosis demasiado reducida en el Mad Cool sin haber pasado por la BARTS esperábamos como agua de mayo su retorno. Misma gira (presentando su última referencia, ‘The Deconstruction’, muy en su justa medida) y mismo atuendo (misma chupa vaquera, mismo sombrero marrón oscuro, misma banda uniformada con pantalón naranja y mismas inconfundibles gafas de sol de aire steampunk), pero, evidentemente, pasar del segundo escenario de un festival de 80.000 personas a la principal Razzmatazz y doblar el volumen del setlist lo cambia todo.

Nos recibió el melódico synthpop de Chaos Chaos, que repartía melancolía a alto tempo ante un desmerecidamente exiguo público. La sala, sin embargo, se fue llenando, y para cuando la fanfarria de Rocky recibía con cachondeo al cuarteto, el aforo daba una muy agradable sensación de completo, pero sin agobios.

Un tópico conciertil dicta que el primer par o tres de temas siempre son para que el técnico acabe de dejar el sonido en su punto óptimo; Eels invirtieron esa a veces conflictiva franja en hacer un poco de verbena (saludaron a The Who, Bobbie Gentry y Prince, y más adelante aún habría guiños a los Rolling Stones, Brian Wilson y The Beatles), y, aunque tanto ellos como nosotros sabíamos que no hacía falta el calentamiento, tampoco hay nada de malo en ello.

Entraron en materia con ‘Bone Dry’, sin duda una de las piezas más destacables de su LP más reciente: la batería de Little Joe marca ritmo a tempo medio dando insistencia al plato y el charles; Big Al se pasea sinuoso por sus cuatro cuerdas, descendiendo a pares de notas como quien baja unas escaleras parando en cada escalón; la guitarra de The Chet puntúa notas sueltas con cada vez mayor incisión -quedándole aún manos para darle a una carraca que rueda hasta extinguirse, muerta, con cada golpe-; Mr. E, con el suave rasgado mate de su voz (como de Sabina con sordina, o de Sabina susurrando, o de Sabina sin votar a ciudadanos), tira de mitología vampírica para narrar, desenfadado, una de tantas rupturas dolorosas con pareja mala. La familiaridad de su rock (la familiaridad, vaya, del rock), en toda su sencillez y perfección, nos abrazaba y nos hacía prever un concierto magnífico.

A continuación nos cayeron dos temazos como ‘Flyswatter’ y ‘Dog Faced Boy’, y la previsión de unos minutos atrás se convertía en evidencia. Hemos repasado como suena un tema de Eels, veamos ahora como suena el autor de ‘Cosas que los nietos deberían saber’ entre canción y canción. “Dejadme ver al público, un poco de luz. Hostias, son muy follables. Espera, menos luz, no son tan follables. Es broma, son super follables, es viernes noche en Barcelona. ¿Estáis listos para un poco de soft rock? Después de tanto rock normal necesito algo de siesta”. En tono de otro podría haber desembocado en una gilipollez adolescente o un abordaje cuñadil, pero la boca de Mark Oliver Everett solo emite familiaridad entrañable, sinceridad dolorosa, ironía sombría o un infantil -por honesto y precioso- asombro por las cosas bonitas, y de entre esos labios hasta un contenido manido de relleno artista-público suma.

Y así discurrieron canciones de casi la totalidad de la discografía de Eels, que fuimos recogiendo en momentos como un precioso acústico en solitario de ‘I Need Some Sleep’ (después de la bromita de la siesta, y tal), una ‘The Look You Give That Guy’ que había quedado fuera de casi todos los setlists de la gira y que aquí entró por petición popular, los aullidos de E en ‘Prizefighter’, su pausa dramática con pose de falso machito para clamar “She’s tremendous dynamite” y la capacidad experta de todo el conjunto para surfear dinámicas y ambientes, haciendo que el público que un rato antes estaba haciendo el burro al son de un rockabilly desenfadado se mantenga inmóvil con la emoción a flor de piel para vivir ‘I Like the Way This Is Going’ en toda su plenitud (una inconsciente transacción en la barra rompió la magia por medio segundo y casi hay muertos de por medio, pero aun así la pieza cosechó el mayor aplauso de la noche).

Como es tradición en la banda, abundaron las interpretaciones freestyle, especialmente de temas añejos, ya fuera dando un toque disonancia a los versos de ‘My Beloved Monster’, potenciando el efecto guitarra lenta de Pixies en ‘Novocaine for the Soul’ (de cuántas maneras habrá sido vivida en directo esta canción…), pasando de revoluciones a lo loco la simpática ‘I Like Birds’, jugando con las modalidades en ‘Mr. E’s Beautiful Blues’ o directamente tirando al medley propio y ajeno de ‘Love and Mercy’, ‘Blinking Lights (For Me) y ‘Wonderful, Glorious’. Los momentos de pura comedia física (que alcanzaron su cúspide en ‘Souljacker, Part I’), el dominio humorístico del juego planting-payoff digno de manual de guion, la delirante presentación de la banda y todas esas cosas que hay que vivir en directo, las dejamos en el mundo del directo. La próxima vez vais.

Fotografías: Carlota Figueras
Texto: Pau Ortiz

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