Son las 21:20h de un domingo de insoportable bochorno en Madrid. Hace un rato que han abierto las puertas de la Moby Dick y estamos esperando a que Elena Tonra pise el minúsculo escenario; esta noche como Ex:Re. A mi lado tengo a tres amigos que no paran de hacer bromas entre ellos. Miro a mi alrededor y veo que la sala no está todo lo llena que cabría esperar. Quizás han jugado en contra la ubicación del recinto (muy alejado del centro), el día y, por qué no, puede que hasta el precio de la entrada. Pensando en lo injusto de la situación, y con los chascarrillos del grupo de desconocidos de fondo, aparecen de la nada cuatro personas en silencio, y en fila india, que se abren paso sigilosamente entre nosotros, separándonos en dos orillas. Caemos en la cuenta, casi a la vez, de que quienes acaban de cruzar son Tonra y su equipo, dirección al backstage. Ya queda poco.
Se crea entonces ese silencio cómplice propio de cuando pasa por tu lado alguien “famoso”, como una aparición fantasmal. El grupo desconocido de mi lado se ha quedado callado, no habla nadie; hasta que, por fin, uno de ellos, una chica, espeta: “Este es uno de esos conciertos que duelen”. Y creo que sí, que tiene razón, y que qué buena forma de resumir en una sola frase lo que está por llegar. Porque el proyecto en paralelo a Daughter de la británica nace del dolor, de la pérdida, del vacío. Nace de un corazón roto. Ex:Re son los trocitos que se quedan dentro de quien ya no está. Y de esta forma nos lo contaba la propia Tonra hace unos meses en una entrevista.
Así que todos los que estamos allí, esperando, sabemos que va a ser una noche algo dura. Observo que muchos de los presentes han asistido solos. Juguetean con el móvil o miran a su alrededor preparados para que se les remueva todo por dentro, aguardando su catarsis. Ya han pasado más de veinte minutos de la hora de supuesto arranque y por fin se apagan las luces. Esto empieza.
Tonra aparece bajo los focos y no está sola. La acompañan un batería y dos multiinstrumentalistas que vienen a enriquecer todo lo posible este proyecto tan desnudo. Se reparten sobre el escenario y Elena, lejos de posicionarse en el centro, se medio esconde a la izquierda del escenario. Toman posiciones y, justo antes de empezar, mira al foso y saluda con una sonrisa y un tímido “Hola”, con el que consigue conectar al instante con la sala.
Arrancan los primeros acordes de ‘My Heart’, curiosamente el tema que cierra su debut en solitario. “In your hands, my heart”, medio susurra, y eso es lo que va a ser la noche: abrirse en canal. Sin espacio para celebraciones, la melodía se funde con ‘Where The Time Went’ y antes de terminar el público estalla en vítores y aplausos. Le siguen ‘Crushing’, ‘I Can’t Keep You’ y ‘New York’, con una de las letras más duras de todo el álbum, para la que ha cambiado la guitarra por el bajo.

Hemos llegado al ecuador del concierto. Elena, dentro de su simpática timidez, ha dado ya varias veces las gracias a todos por estar allí con una sonrisa enorme. No deja de sorprenderme su capacidad para interpretar canciones tan tristes y con tanta carga emocional, y, segundos después, sonreír como si fuera el mejor día de su vida.
Es el momento ‘The Dazzler’, y queda claro por qué ha escogido a los músicos que la acompañan. Uno de ellos es Josephine Stephenson, reputada música franco-británica, que ya trabajó con Daughter en su día para el tema ‘All I Wanted’ y, ojo, con los Arctic Monkeys para su último largo, ”Tranquility Base Hotel & Casino”. Esta noche lleva buena parte de la carga instrumental, siendo la encargada de hacer las segundas voces y los coros, y de tocar el cello, los teclados y el bajo.


En ‘Too Sad’ Elena se desprende de la guitarra para concentrarse en la voz. Al principio parece algo incómoda y no sabe muy bien qué hacer con las manos, pero luego se entrega a la letra. Como el público que, pese a no ser especialmente numeroso, estalla en ruidosos aplausos al término de cada canción. Y aquí llega la anécdota divertida de la noche… Mientras el foso celebra, Tonra prepara el instrumental para la próxima, sin darse cuenta de que ya ha encendido el pedal de loops. Por enésima vez, da las gracias, pero el aparato graba su agradecimiento y lo repite en bucle varias veces ante su mirada de pánico momentáneo. Pasado el susto, le entra un ataque de risa que enseguida nos contagia a todos. Y ahí estamos: debatiéndonos entre la tristeza del mensaje y la complicidad divertida con el mensajero. Le siguen ‘Liar’ y ‘5AM’.
“Nunca pensé que sería posible tocar aquí. Muchas gracias por venir esta noche y por escuchar nuestra música. Me lo estoy pasando muy bien. Me veis aquí haciendo tonterías y muchos aspavientos, pero todo lo que digo lo digo de verdad. Es genial poder estar aquí con todos vosotros y con mis compis. Esta es la última canción”. Se refiere a “Romance”, adelanto con el que presentaba a finales del año pasado su proyecto más personal y que sirve para cerrar, si no el concierto, sí su cancionero propio.
Tras hacer la falsa despedida y la salida de rigor, la banda vuelve al escenario para el bis. Va a ser una sola canción y se trata de una cover. Tonra empieza a puntear con la guitarra y de pronto se detiene: “Ay, no sé qué estoy haciendo. (Dirigiéndose al batería) ¿No tendrías que dar tu la entrada? Esto está quedando muuuy profesional (Ríe)”. Y despiden la noche con su reinterpretación del mítico ‘Everybody’s Got To Learn Sometime’ de los Korgis. A modo de moraleja, para que no vuelva a doler.


Fotografías: Sergio Morales
Texto: Sara Peláez