El destino es de lo más caprichoso. Foo Fighters gobernaron un 6 de julio de 2011 el Palacio de los Deportes de Madrid , y ayer, justo seis años después de todo aquello, volvieron a plantear otra de sus jugadas maestras en la capital. Este último gran movimiento de ficha, orquestado en la jornada inaugural del Mad Cool 2017 fue ejecutado más por el impulso físico, que por la matemática cerebral. Poco o nada hay de Deep Blue en una arrolladora sinergia grupal que forjó otra memorable velada protagonizada por uno de los frontmans más hiperactivos, y omnipresentes, de los últimos tiempos. Ya saben; Dave Grohl.
Foo Fighters siempre ha sido, y será, un grupo de épica. Como el Real Madrid contemporáneo o el Manchester United del 99, el conjunto rockero es de aquellos que en su faceta en vivo busca rematar a la desesperada un córner para así poner el marcador de su parte. ¿Única gran diferencia entre la heroica de un equipo de fútbol como los citados y los padres de “There Is Nothing Left To Lose” y “Wasting Light“? La regularidad. Los estadounidenses mantienen la tónica guerrera durante todos los minutos del encuentro. Corren incansablemente, zancadillean y se dejan la piel en prácticamente todo el minutaje que integra los encuentros con su audiencia. Esa fue en cierta manera la tónica de lo disfrutado en el escenario principal del Mad Cool madrileño. Sangre, sudor y muchas sonrisas imperaron en una actuación que arrancó de forma inesperadamente demoledora.
Los Foo no quisieron irse con chiquitas y solo empezar el concierto jugaron inesperadamente algunas de las mejores cartas de su baraja. ‘Everlong’, ‘Monkey Wrench’ y ‘Learn To Fly’ engorilaron a la audiencia en una intro espectacular sucedida por ‘Something From Nothing’, pieza de claros y oscuros integrada en “Sonic Highways” que sirvió para que al gentío no se le continuase disparando el nivel de adrenalina hasta las nubes. Esa misma dinámica de puro equilibrio, con alboroto y algún que otro masaje craneal, es la que, con mayor o menor efecto, Foo Fighters intentaron llevar a cabo a lo largo de su extenso setlist. El “punch” de ‘The Pretender’ cohesionó con la agradable melancolía reposada de ‘Big Me’. Y la grandilocuencia de ‘Congregation’ se topó con aquel creciente medio tiempo llamado ‘Walk’.
Alcanzado el ecuador del directo, Taylor Hawkins tomó las riendas del asunto para destilar, micro en mano, la pomposa ‘Cold Day In The Sun’. Esos tres minutos de respiro dieron entrada a un penetrante, e inmaculado bloque de canciones que hizo la boca agua a todos los asistentes. Hablamos de lo engendrado con ‘All My Life’, ‘Times Like These’, ‘These Days’ y ‘My Hero’. Apoteósico “tour de force” musical que, junto a aquel fabuloso “prólogo” inicial, se postuló como lo mejor de toda la velada.
A continuación ‘Skin And Bones’, complementada por Rami Jaffe, entró en escena con un pelo más de pena que de gloria (la aletargada pieza no vemos que acabe de cuajar demasiado en actuaciones en festivales). Pero el pequeño paso atrás en la cadencia del show fue solventado con creces con un tramo final, sin bis alguno, que nos dejó perplejos. Hasta ‘Wheels’, con sus formas descarnadas, y ‘Run‘, nuevo clásico belicoso a más no poder, encajaron de lujo en un fin de fiesta bellamente consolidado por la siempre deliciosa ‘Best Of You’. Estaba claro: Foo Fighters no podían irse sin dejar el pabellón por todo lo alto, y ‘Best Of You’ era un hit adecuado para tamañas circunstancias.
Los únicos “peros” de la actuación tuvieron más que ver con la organización del festival que con el propio conjunto. Las dos mastodónticas pantallas situadas en los laterales no funcionaron, por lo que toda la atención prestada por los fans de las últimas filas se centró, única y exclusivamente, en la situada justo encima de la formación rockera. Aquello ocasionó más de una, y de dos quejas, por parte de la audiencia. Lógico. Por otro lado el arranque del show contó con un volumen instrumental excesivamente bajo, pero el error se enmendó rápidamente a los dos o tres temas.
Afortunadamente Foo Fighters pudieron con todo. Ni el mal tiempo tuvo la dignidad de hacer acto de presencia ante un conjunto que toca techo cuando tiene que tocarlo, y eso, por increíble que parezca es prácticamente siempre. En julio de 2011 celebramos su regreso a España. Y hoy, tan solo un día después de lo ofrecido en el Mad Cool Festival, no podamos más que volver a rendirnos a sus pies. Grohl, te tomamos la palabra. Os queremos de vuelta, y bien pronto.
Fotografías | Sergio Morales
Texto | Pablo Porcar