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[Crónica] IDLES en Barcelona (La 2 de Apolo, noviembre de 2018)

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Varios son los matices del ADN de IDLES que me tienen fascinado desde que los descubrimos hace ya unos dos años. Uno de ellos, quizá el que más me ha llamado la atención, es el relativo a su facilidad para dar una vuelta de tuerca a la ya oxidadísima idea de lo que debe definir, o no, a un grupo de punk. Y me refiero en términos de estilo, claro está. Porque si hay algo que IDLES no es, es un grupo al uso. Y aún menos un grupo de punk estándar marcado por algún tipo de canon del momento.

Especialmente con la llegada de «Joy As An Act Of Resistance«, los de Bristol parecen haber reinventado las reglas del juego a su manera. Bueno, más que reinventarlas, las han deconstruido. La lista de ejemplos a repasar es tan larga… IDLES pueden parecer violentos, pero no lo son. Al contrario: ellos profesan amor. Anhelan la fraternidad, y buscan como meta final el abrazo consentido. ¿Que te pueden pegar algún que otro berrido a la oreja? Sí, pero esa es sólo su particular manera de llamarte la atención. Y, sobre todo, es su forma de invitarte a cambiar de actitud. Porque son críticos con el mundo, especialmente con ellos mismos, pero los británicos siempre están intentando buscar una solución cordial a la discordia. Sin provocar rasguños gratuitos, ni generar trifulcas de ningún tipo.

Son tanto de aparentar una cosa y ser en el fondo otra que su faceta en vivo despista, y mucho. Una perfecta muestra de lo citado la encontramos en el (glorioso) concierto ofrecido por Talbot y su séquito en La 2 de Apolo. Un show que nos sirvió para percibir el cambio de paradigma que ha vivido recientemente el conjunto, pasando en un visto y no visto de banda rookie a fenómeno consolidado. Y sin «draft» alguno programado en pretemporada.

¿Mayor virtud de la faceta en vivo de IDLES? La peineta que están haciendo tan sentidamente a los corsés escénicos. A las pautas, a los timings marcados. A lo estático como espectáculo. Su forma de abordar el directo parece estar más cercana a un caos astragalomántico, que a una sesuda confección de un set en la faceta más mecánica del asunto. Es digno de admiración lo de estos chicos: cada uno de sus integrantes rema en sentidos opuestos pero, sorprenda o no, su navío acaba navegando siempre por la dirección oportuna. Algo así como una suerte de descontrol controlado en el que todo rumbo acaba perfectamente encauzado por la química existente entre los miembros del conjunto.

Fascina comprobar cómo esa sensación de efectismo anárquico va adquiriendo mayor y mayor intensidad con el paso de los minutos. Y cómo esta acaba afectando sobremanera al jolgorio festivo percibido en las primeras filas de una pista como la de La 2 de Apolo. De la actitud tímida inicial en los primeros compases de ‘Colossus‘, con nuestro Sebas bautizando el repetido fenómeno «stagediving» de la noche, al forcejeo constante en ‘Never Fight A Man With A Perm’, segundo y rocoso tema de la velada. Del semi headbanging en el estribillo de ‘I’m Scum’ al feeling de puro hooliganismo que nos poseyó con ‘Danny Nedelko‘, ‘Samaritans‘, ‘Television’ y ‘Great‘. Lo experimentado con esos cuatro temas fue, a título personal, algo así como poner el culo en una butaca del estadio del Bristol City F.C, el Ashton Gate Stadium, en un decisivo partido de una liguilla de ascenso.

A partir de entonces la locura se desató por completo. Y cuando digo por completo, es por completo. Cada tema interpretado parecía sumergirnos en universos de perfil matrix extremadamente opuestos entre sí. Pasamos de una pedida de mano in situ con BSO de Mariah Carey incluida (‘All I Want For Christmas Is You‘), a la interpretación de una cover «punkerizada» y desprovista de «croonerismo» del clásico ‘Cry To Me’ de Solomon Burke. No olvidemos tampoco el momento ‘Exeter’, caracterizado en gran medida por la conquista de escenario perpetrado por el público femenino de la sala.

Recuerdo que era a esas alturas del encuentro, con Talbot lidiando con un neandertal que le había tirado un zapato, cuando me di cuenta que los padres de «Brutalism» habían ganado juego, set y partido en la ciudad condal. Las seductoras formas de su imponente huracán sonoro, sumadas al carácter caótico del asunto, habían conseguido volar cabezas en una nueva rotura de tablero. De las épicas, de las memorables. Y, sobre todo, de las necesarias.

Fotografías: Rosario López
Texto: Pablo Porcar

Pablo Porcar
el autorPablo Porcar
Fundador y editor de Binaural.es. En busca constante de aquel "clic" que te haga engancharte a un artista o grupo nuevo durante semanas y semanas. Mi Twitter personal: @pabloporcar

1 comentario

  • Llevaba esperando el concierto de Idles desde julio, cuando compré la entrada y tenía grandes expectativas. No decepcionaron aunque para ser un grupo que habla en sus letras en contra del machismo y de la masculinidad tóxica vi demasiada testosterona por parte del cantante, amenazó a dos personas (You! piece of shit!!!), no dejaba subir hombres al escenario y empujó a un chico que le abrazaba. La culpa puede que fuera de las estrella damm que se tragaba casi sin respirar, quien sabe!
    Como directo no tienen desperdicio, un auténtico concierto punk, bla bla bla, pero Talbot debería practicar más lo que predica o volver a beber cacaolat.

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