Duele, y mucho, al pensar que aún se identifica a Kina Grannis como una cantautora etiquetada como una “artista YouTube” al uso. Duele por su voz. Única, pura, etérea, especial. Pero sobretodo duele profundamente por su innato talento compositivo, capaz de concretar piezas como ‘Little Worrier’ dignas de mantener un visceral tú a tú con las mejores baladas de artistas underground como Kate Walsh.
El show orquestado por Grannis el pasado 6 de septiembre en la Sala La Nau fue una perfecta muestra de lo que la californiana es en el año que nos ocupa. La hora y 45 minutos que duró el set sirvió a la audiencia para descubrir a una artista formada y reformada, astuta, carismática y con una capacidad admirable a la hora de comunicarse con sus seguidores. Sin alardeo ni artificio alguno, Grannis supo torear en una exigente prueba, con soltura y solvencia, gracias a un directo meticulosamente orquestado.
La dosificación de pausas y sensaciones vino perfectamente perpetrada gracias a la división del show en tres actos diferentes. Uno bien grueso, hilado en solitario y con una guitarra acústica, mostró la Grannis más frágil, vulnerable y esencialmente estelar al encauzar piezas como ‘California’ o ‘History’. El segundo, con banda, nos sirvió para divisar las formas más armadas, y melódicamente labradas de su obra, con segmentos destinados a sólidos castillos de arena como ‘The River’. Y el tercero, quizás el más meloso, fue el concretado codo con codo con su marido y eterno compañero de fatigas: Imaginary Future. Una unión encumbrada acústicamente con edulcoradas temas del tallo de ‘I Will Spend My Whole Life Loving You’, interpretada originalmente en la ceremonia nupcial de ambos artistas.
Grannis, consciente que llevaba más de un lustro sin pasar por Barna, aprovechó el evento para actualizar al público con algunos de los pasajes más catárticos de su vida. Así que la velada fue completa a más no poder. Contó con tesón, “savoir-faire” melódico, equilibrio y una cercanía público-artista algo impropia en shows de este calibre. Vamos, un lujo para cualquier espectador que se precie.
Texto | Pablo Porcar
Fotografías | Montse Melero