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10 razones por las que brilló el Super Bock Super Rock 2019

La 25ª edición del Super Bock Super Rock lisboeta fue extremadamente digna. Aquí os dejamos con 10 motivos o razones por los que recordaremos durante lustros, e incluso décadas, lo vivido entre el 18 y el 20 de julio de 2019 en el seductor recinto ubicado en Playa Do Meco.

La clase magistral de actitud de Shame

Shame concretan todo lo que uno puede amar de las bandas británicas: un estilismo perfecto, tener cara de que los padres de cada uno de los integrantes son primos hermanos y un 12 sobre 10 en actitud. Cuando estos tres elementos se juntan poco más hay que pedir; además si el sonido que destilan es aguerrido a la par que pegajoso la ecuación ya seguro que nos sale a devolver. 

Eran las siete pasadas de la tarde cuando los cinco londinenses salieron al escenario con dos tipos de outfit: tres de ellos con pantalón de pinza y camisa o camiseta por dentro del pantalón, y los otros dos con pantalón corto y camiseta un tanto hortera. Bien. Rápidamente se pusieron al trabajo, que para eso les pagan (deben pensar). Fueron desgranando las canciones de su único disco hasta la fecha, ‘Songs of Praise’ (2018), donde combinan el punk de griterío y rabia acumulada fruto de varios traumas infantiles con melodías potentes, bien armadas, y de reconocimiento rápido. ‘Dust on trial’, ‘Tasteless’, ‘Concrete’ o la descomunal ‘One Rizla’ se fueron sucediendo mientras el público disfrutaba del ágape a base de berridos y destellazos de guitarra. Esto último bastante de nota. Tanto la guitarra solista como la melódica están en buenas manos en este quinteto londinense. Así como la batería, con un rubio melenudo que da más mamporrazos por segundo que Terence Hill. Mención a parte para el tarado bajista, que se dejó el alma en los coros y un 90% de las articulaciones entre carreras por el escenario y volteretas sin quitarse el bajo del hombro. Finalmente, Charlie Steen, voz y alma de Shame, un auténtico seguro para el espectáculo. Cara de pirado, sudor y recurrentes visitas al público por tierra y aire. Una gozada adrenalínica, en resumen. [Oscar Villalibre]

La cita festivalera ideal de Calexico & Iron & Wine

Probablemente existieron mejores actuaciones que la de Calexico & Iron & Wine en el Super Bock Super Rock Festival pero pocas, por no decir ninguna, contó con mayores alicientes que aquella. Porque lo perpetrado el pasado viernes a media tarde en el Palco EDP contó con todas las virtudes de un directo festivalero hecho por y para los fans del trifacto Beam – Burn – Convertino. Arranque de gira, show oficiado a media tarde con el sol cayendo lentamente tras las montañas, escenario de medianas dimensiones, audiencia reducida y respetuosa… El continente del show lo tuvo todo. Todo, todo y todo. Pero afortunadamente no toda esa “magia” solo fue palpable en el embelesadfor envoltorio que de alguna atractiva manera definía los límites físicos de la actuación.

Créanme: hubo bombón en lo de Calexico & Iron & Wine. Bien que lo hubo: exquisito gusto a licor fue el que saboreamos al descubrir que su setlist estaba gratamente equilibrado entre dos grandes flancos diferenciados. Por un lado, el de su ópera prima. Por el otro, el del recién estrenado “Years To Burn”. Pequeños grandes clásicos como ‘He Lays On The Reins’ o la rutilante ‘History Of Lovers’ abrazaban con fuerza las formas rústicas de ‘Father Mountain’ o la de una magnética ‘What Heaven’s Left’ que ha llegado con bises de convertirse en uno de los evocadores hits de corte folkie del momento. Quizás se echó de menos algo más de instrumentación de viento, y/o cierta inclusión de algún tema con más “vibras”, pero como “teaser” de la jornada del viernes lo de Calexico & Iron & Wine fue un acontecimiento digno a más no poder. Repetiremos. Eso seguro. [Pablo Porcar]

Phoenix siguen con batería

Phoenix es de aquellas bandas que por poco que te hayas paseado por festivales en tus años mozos habrás visto unas cuantas veces. Y la verdad es que siempre es una pequeña alegría poder verlos. Los franceses se presentaban en el Super Bock Super Rock en el concierto final de la gira que los últimos meses los ha llevado a recorrer Europa. Sin disco de estudio nuevo, desde el ‘Ti amo’ de 2017 no esperábamos grandes sorpresas de la banda de Thomas Mars, pero tampoco es malo que así sea. Su fiabilidad en directo está más que demostrada, y siempre es agradable recordar su capacidad contrastada para generar hits bailables de pop fresquete. Más en el pasado que en el presente, pero como los futbolistas con sobrepeso, el toque siempre queda. En cuanto al concierto, éste empezó con los acordes de ‘J-Boy’ que pusieron al público con la gente con las suelas de los zapatos ágiles desde un buen inicio. A la cuarta ya cayó el primer hit dorado de la banda, con ‘Lisztomania’ (sí, he tenido que mirar cómo se escribía), y no dejaron ninguno ya que fueron cayendo ‘Rally’, ‘Too young’, ‘If I ever feel better’ o ‘1901’. No dejaron nada en el tintero. Que es lo que suele ser bueno de los conciertos donde las bandas llegan sin un disco nuevo, que enseñan sus mejores trucos. Como cuando conoces a un perro y su amo quiere demostrar todo lo que sabe hacer. Así que nos dieron la patita, recogieron la pelota y se pusieron panza arriba para el deleite del público, que, al final, es un poco a lo que venimos. [Oscar Villalibre]

Janelle Monáe: la artista en mayúsculas

La jornada del viernes tenía marcado con letras grandes la actuación de la cantante de Kansas City. Su descomunal ‘Dirty Computer’ (2018) y el hecho de habérmela perdido en el pasado Primavera Sound, solapes mediante, hizo que la cita fuera ineludible. Y una vez visto el concierto creo que lo único reprochable es que durara tan solo una hora. Sesenta minutos de boca abierta y suspiros por la grandeza de Janelle. Había oído maravillas de su directo y entendí que no iban desencaminadas. Salió entonando el gracil ‘Crazy, classic, life’, enfundada en un vestido imposible y en una actitud gigantesca. Las cuatro bailarinas que la acompañan completaban la postal de una forma sensual y también desacomplejada. Además destacar que toda la banda, excepto un guitarrista, eran mujeres y multi-instrumentistas: a parte de la batería, tres mujeres más combinaban guitarra, teclados y vientos con gran habilidad. Y además de los ingredientes humanos, el atrezzo funciona también en pro del espectáculo. Lo justo para ser acojonante pero no demasiado para no desviar la atención de lo realmente importante, la música.El concierto fue despachando canciones de su último disco como ‘Screwed’, ‘Django Jane’, ‘Pynk’ o ‘I like that’, además de otros clásicos como ‘QUEEN’ o ‘Cold War’. Todo ello aliñado con su discurso en pro del empoderamiento femenino, de su voluntad de pasarlo bien y hacer lo que le salga del coño (literalmente, porque para una de sus canciones vestía un pantalón-vagina que definirlo como resultón sería poco) y la fraternidad entre personas, razas y orientaciones. Un espectáculo con buena música, dosis de funk y “negreo” y cierta conciencia no propagandística que, mira, se agradece.

El virtuosismo de Ezra Collective (y de su batería)

Apenas faltaban 15 minutos para que Kaytranada nos pellizcase las suelas de las zapas en el “main stage” del Super Bock Super Rock, pero algo nos decía que teníamos que pasarnos por el Sommersby para redescubrir las frenéticas formas melódicas enarboladas por Ezra Collective. No nos falló la intuición: a colación del estreno de una nueva referencia de estudio, el irreverente conjunto londinense engatusó a la audiencia enfilando aquella imprevisible marejada de jazz psicodélico que tanto se siente deudora de ancestros del calibre de “Sun Ra”. Brillaron ‘Quest For Coin’ y ‘What I Am To Do?’, pero sobre todas las cosas brilló una figura, la de su batería, al que no se le caen los anillos al demostrar galones sobre el escenario.

Una bestia escénica. Eso es lo que es Femi Koleoso. Afianzado sobre su taburete, el líder de Ezra Collective demostró contar una camaleónica actitud a la batería. Sin tirar de alardeo alguno, el londinense se adaptó a los tempos cuál Evander Holyfield en sus mejores tiempos. Bloqueaba golpes cuando debía bloquearlos, y atacaba, con los ojos bien ensangrentados, cuando el guión de la velada exigía un lascivo “plot twist” de perturbador nivel.  Con él a los mandos, Ezra Collective pueden continuar apuntando hacia las estrellas. [Pablo Porcar]

Migos, sacudiendo toda expectativa

Lo de Migos en el Super Bock Super Rock fue un “shock to the system” en toda regla por motivos varios. El primero, quizás el más llamativo, tuvo que ver con su audiencia. Contra todo pronóstico personal, el conjunto llegó a aglutinar a un público aún más numeroso, juvenil y efusivo que el captado por Lana Del Rey en la primera gran jornada del festival lisboeta. Esto, se mire como se mire, demuestra el poderío atesorado por este grupo al otro lado de nuestras fronteras. El segundo, más vinculado a derroteros estilísticos, tiene mucha relación con su desparpajo. Quavo, Offset y Takeoff, juntos, son capaces de engorilar al respetable abordando de todo: desde arranques de índole cinematográfico (remix de ‘I Got 5 On It de “US”) hasta covers varias (‘Ice Tray’ para el recuerdo) y un compendio de temas propios cuyos parafraseos eran recibidos como latigazos sobre nuestros tímpanos. Con la muchachada en todo momento a sus pies, Migos parecen ser mucho más que aquel invento meramente “instagramero” que muchos ilusos trataron de definir en su momento. [Pablo Porcar]

Festín trap jazz brindado por Masego

En la senda un tanto “unexpected” a lo Migos también identificamos lo ofrecido por Masego en Palco EDP. El artista estadounidense, uno de los fenómenos trap jazz del momento, consiguió encandilar a un basto grueso de audiencia gracias a una efectista sinergía forjada entre cierta instrumentalización clásica y aquel hermetismo electrónico tan propio del trapeo actual. Pasado y presente musical encontraron un perfecto equilibrio en un mestizo experimento melódico que alcanzó altas cotas de calidad en piezas como ‘Prone’, ‘Old Age’, ‘Wifeable’ o una embelesadora ‘Sensual Seduction’ con la que Micah Davis se hizo definitivamente con la audiencia. Ojalás más cocktails sonoros marca siglo XXI como este. [Pablo Porcar]

Super Bock Super Rock como alternativa “fibera” en Portugal

Tanto por bagaje (25 ediciones a sus espaldas) como por contexto cronológico, el Super Bock Super Rock lisboeta siempre ha estado identificado como una especie de Festival Internacional de Benicàssim a la portuguesa. Eso sí: a estas alturas del partido resulta innegable admitir que en la reciente edición 2019, el Super Bock Super Rock fue el festival que mejor supo aguantar las comparativas al ser emparejado con su símil español. El conjunto de “headliners” presentado rallaba a mejor altura (Migos, Phoenix, Lana Del Rey), igual que también se mantuvo a buen nivel una clase media bien representada por artistas y bandas tan dispares como Shame, Calexico & Iron & Wine, Jungle, The 1975, Masego, Metronomy, Kaytranada o  unos Disclosure que resultan infalibles incluso en su formato DJ Set. [Pablo Porcar]

 Horarios y escenarios muy bien balanceados

Siguiendo el hilo de la comodidad, la distribución de artistas creo que es un factor muy a tener en cuenta para disfrutar el festival con tranquilidad, especialmente los que ya flirteamos sin tapujos con la senectud. El festival está formado por 4 escenarios: 1 principal, 1 secundario, y 2 más que se reparten las actuaciones -uno las más primerizas y el otro las más tardías. Todo muy bien repartido. Como decíamos antes las distancias son cortas y ello te permite moverte de un sitio a otro con mucha facilidad. [Oscar Villalibre]

En lo referente a los horarios ayuda mucho que no haya solapes prácticamente, sino que los horarios van fluyendo de manera que puedas montártelo a tu manera casi sin perderte nada. En el escenario principal se celebraban 3 o 4 conciertos por día y luego podías complementar con el resto de escenarios. En cuanto a horarios los conciertos empiezan sobre las cuatro de la tarde y acaban alrededor de las tres de la mañana. Algo de agradecer para aquellos que más allá de la mañana nos empieza a parecer una isla exótica recubierta de una neblina de recuerdo lejano. En definitiva una opción muy recomendable para disfrutar de las bandas sin prisas, y para poder montar un recorrido de festival en el que prácticamente no te pierdas nada.

Una ubicación realmente privilegiada

El festival Super Bock Super Rock es conocido por su capacidad camaleónica. Actualmente se celebra en Meco, localidad de Sesimbra, que es donde se celebraba en sus inicios; pero durante unos años pasó a celebrarse en la mismísima Lisboa. Este año era el de vuelta a su lugar de origen. Y creemos que es un acierto. Primero porque es una zona bonita situada al lado de la playa. Lo que es un lujo para quedarse en los alrededores y, puestos a hablar del tiempo, la brisa se agradece cuando el sol empieza a hacer jornada intensiva. Si que es verdad que está situado a unos 30 minutos de Lisboa y que se forman colas de coches para llegar al recinto, pero yendo con tiempo podemos evitarlos.

La zona es un gran descampado cobijado por varias hileras de árboles, lo que ofrece la sensación de estar celebrando un festival en medio de la montaña. La zona de los conciertos es totalmente llana y muy amplia. Además está todo montado en los laterales, con lo que el espacio central queda reservado para la gente. No te tropiezas con 200 stands de marcas mientras paseas, porque los tienes a los lados. Y, a pesar de su amplitud, tardas escasos 5 minutos en recorrer el recinto de escenario a escenario. Una experiencia muy recomendable para vivir el festival de una forma tranquila. Sin necesidad de recorrer el equivalente a siete Iron Mans para ver todos los grupos que te interesan. [Oscar Villalibre]

Bonus track: Levi’s Tailor Shop. Tal y como sucedió en el Vida Festival y en el Mad Cool, en el Super Bock Super Rock también estuvo presente aquella famosa pop up store de Levi’s con la que puedes llegar a coserte y/o insertar parches, logos e ilustraciones personalizadas de forma 100% gratuita.

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