Un genio no es un mago. No es alguien que, de la nada, se convierte en el mejor músico del barrio (si conocéis algún caso, quedamos un día para echar el café). Tampoco es ese ser irrepetible capaz de hacer lo que los demás no pueden; no exactamente. El concepto como tal es muy romántico, pero tendemos a aplicarlo mal, porque el genio es simplemente el que hace fácil lo que a los demás les cuesta un mundo. Además, todos los que han llegado lejos (en cualquier disciplina) se les podría aplicar la “regla de las 10.000 horas” bautizada por Bill Gates, es decir, la práctica deliberada e incondicional de ese arte que ya de serie dominan con facilidad. Nadie nace con recorrido. Así es que escuchaba esta semana el cuarto disco de Ferran Palau y no se me ocurría mejor manera de definirlo, a él, y por ende, a su cuarto disco, “Kevin” (ya a la venta y en streaming), la expresión del pop cromáticamente más tranquila, esencialista y vaporosa. Un trabajo aparentemente sencillo, pero detallista a más no poder, y que, francamente, poco artistas llegan a él de una forma tan natural. Al otro lado del teléfono, Ferran me confirma que lo de envolver su cara en humo en la portada no ha sido gratuito ni trivial. No se le ve el rostro, pero este genio tiene cara.

“La idea del humo apela a que siempre hay un “tú” y un “yo”, pero el espacio es indefinido, poco concreto, y las frases muy volátiles. No se hablan de cosas ciertas, sino de suposiciones. Nunca nada es definitivo y esto es algo que trabajo desde mi anterior álbum, “Blanc“. Se trata de poner palabras al humo, al vapor, a cosas que no se pueden tocar. En el fondo la música no deja de ser eso, no la puedes capturar“. Si bien, la idea de base de “Kevin” queda perfectamente retratada en la cover, la concepción es mucho más profunda de lo que parece. Empezando por el sonido del disco, suspendido en planos aéreos, a ratos atmosféricos, que queriendo o sin querer (más adelante entenderéis por qué lo digo), te gasifica por dentro. “Hay ciertas ideas que ya estaban en “Blanc” que giran en torno al minimalismo. Ideas en las cuales el silencio es una parte muy importante de la música. Los espacios juegan en la canción. La nada es una nada activa. Eso te da la posibilidad de hacer música muy tridimensional. Si empiezas a añadir instrumentos y muchas capas, terminas por llenar todo un espacio en el cual es muy difícil distinguir las distancias entre sonidos. En cambio, cuando juegas con pocos elementos tienes la oportunidad de crear un espacio donde meterte dentro“.
Touché. En la pasada edición del VIDA ya pudimos ver dos cosas. Una, que con pocos instrumentos puedes impactar igualmente al oyente más lejano. Y dos, que Jordi Matas, su primo, es ese ángel de la guarda que, además de acompañarle siempre en los controles, salta con él hasta en los escenarios. En esta cuarto trabajo también ha dejado huella. “Estamos en un momento muy nuclear de nuestra relación. Eso también involucra a Joan Pons o Dani Comas del Petit de Cal Eril, gente con la que estamos muy alineados en un momento creativo concreto. Jordi me enseñó a tocar la guitarra, me abrió el camino. Para mi es indispensable, es como si me hubiera tocado la lotería. Me lo ha puesto muy fácil“.

Cuando digo que “Kevin” es un disco muy profundo, lo digo sobre todo por las letras. De hecho, lo primero que hice al escucharlas fue personificar sus historias de forma involuntaria. Creía escuchar un diario personal de sus amistades, cuando en realidad ni siquiera existían personas aludidas. Todo es tan poco claro que, al final, te formulas una pregunta inevitable: ¿Existirá Kevin? “Kevin es una idea que me viene en el subconsciente, una palabra que repito como otras tantas, es un nombre que le llamo a mucha gente. Una palabra que se me infiltra. Para mí funciona como un planteamiento. No importa quién sea Kevin, sino que a partir de que la gente lo escuche, Kevin se construya. Ahora mismo no existe, pero existirá cuando la gente lo escuche“. Expuesto el planteamiento, el desarrollo de las letras sigue en la misma línea. Tan solo tenemos que detenernos en ‘Univers’ y flotar sobre los suaves decibelios que acomodan frases como “el nostre sistema no té gravetat“. “Cuando me salen frases, me salen en momentos en los que por ejemplo estoy haciendo la siesta o estoy super relajado. Las cosas que se me ocurren siempre pasan por mi subconsciente. Eso no quiere decir que todas la letras estén extraídas de mi vida y mis experiencias, pero no lo traslado de forma directa, lo filtra mi subconsciente. Es escribir sin controlar lo que escribes. No es tan importante si has vivido lo que has escrito, sino cómo te imaginas tú esa imagen. Para mí es tan extraño como para ti“.
Esa extrañeza es palpable y la siembran duda y preocupaciones. En más de una, Ferran abre interrogantes que no cierra, y simplemente se limita a fluir en la abstracción. “La gente me provoca frases, en una misma canción puede haber conversaciones inconexas. Es como cuando ves una pintura abstracta; mi terreno es el de la sensaciones, no el de las historias“. Poco a poco, nos acercamos al kit de la cuestión, a esa condición perenne que en más de una ocasión había leído como “pop metafísico” y que, de alguna forma, sustenta a ese ser medio real medio imaginario llamado Kevin. La cara se la pones tú, según cómo lo sientas y lo percibas. En este sentido, el universo sonoro que construye con muy poco, contribuye, y mucho. Especialmente la presencia del teclado, que se percibe como un referente. “Hemos utilizado un teclado que conseguimos por internet, que fue con el que grabaron la BSO de Twin Peaks. En “Kevin”, igual que en “Blanc”, seguimos esa línea twinpeaksera, ya que tenemos ese teclado que usó Angelo Badalamenti como instrumento principal“. Con él imprime una estética chulísima (y muy ochentera) a las canciones. “Tiene unos sonidos, una parte sucia, pero al a vez esponjosa y analógica, muy interesante“. Además, me ha llamado mucho la atención cómo juega con recursos del violín, basándose en la nota plana fija. “Esa idea está extraída del hip-hop. En los últimos años he escuchado mucho hip hop, centrándome en el tema del arrastre, del flow, de cómo encajar las palabras con un ritmo sabrosón“.

Absorber lo mejor de cada género para crear tu propia dimensión con los elementos justos y necesarios. Algo tan básico y rematadamente complejo a la vez. El mero hecho de entrar en ella y no querer salir ya se gana el título de genialidad. Y la genialidad, la hace el genio. Todo el mundo puede hacer pop, pero no todo el mundo hace pop del bueno. Así que, ahora, tras liberar este cuarto álbum, me pregunto en qué estado se encontrará él en estos momentos. “Estoy en un momento especial porque he editado por primera vez un disco con mi propio sello, Hidden Track, que dirige mi mujer, y lo hemos hecho todo desde casa. Es una apuesta. Al mismo tiempo, voy a dejar mi trabajo de los últimos años y , francamente, estoy en un momento de mucha ilusión. Voy a tener más tiempo para crear“.