¿Conocen el concepto “nepo baby”? Este término, tan manido en medios de puro salseo, suele ser esgrimido para hacer referencia a aquellos hijos de grandes celebridades que están metiendo zarpa en el mundo cultural. Como supondrán, existe cierta sorna en esta acepción: al gozar de ciertos privilegios desde la parrilla de salida, muchos son aquellos que señalan con el dedo a estos pujantes artistas con el fin de relativizar el mérito de su trabajo. Maya Hawke, la retoña de Ethan Hawke y Uma Thurman, ha sufrido esta “pormenorización” por parte de prensa y público. También Gracie Abrams, hija del creador de “Lost” (JJ Abrams). Samia, por su lado, también debería haber recibido esta tipología de menosprecio. Digo “debería” porque pese al marco de su árbol genealógico (es hija de actores algo célebres en Hollywood), hay varios motivos que parecen estar blindándola del “hate” en Reddit, e incluso Twitter.
Más allá del hecho que no es vista como una pujante celebridad nacida por y para afincarse en el “star system” de Hollywood, la descendiente de la actriz Kathy Najimy (“Sister Act”, “Hocus Pocus”) y el actor Dan Finnerty (“Rock Of Ages”, “The Hangover”) cuenta con un arma implacable: la verdad que reside en su música. “The Baby”, editado en 2020, ya atisbaba algo especial en sus temas: sin necesidad de que existiese una cohesión milimétrica en sus temas, el disco sabía tocar de pies a tierra abordando ansiedad de gen Z, desamoríos y conflictos de identidad, todo envuelto bajo un halo de despreocupación que conseguía evitar que todo crudo sentimiento sonase demasiado forzado, demasiado impuesto. De aquel primer paso al actual: hoy sale a la venta “Honey”, nuevo trabajo de larga duración en el que, ahora más que nunca, podemos radiografiar en 4K los pensamientos, a la par que las preocupaciones de la compositora.
Llegado 2023, Samia ya es un libro abierto. “Con este disco tuve que ser real conmigo misma de unas maneras que no quería afrontar”, comenta en una entrevista concedida a CoS. “El álbum es un reflejo honesto de donde estoy ahora“. La puerta de entrada al disco, ‘Kill Her Freak Out’, es la mayor muestra de que este disco nace de la eliminación de filtros. Es el súmum de lo confesional, dando cancha incluso a aquellos pensamientos que, con cierto tapujo, uno suele esconder bajo la madriguera: “i hope you marry the girl from your hometown / and I’ll fucking kill her, and I’ll fucking freak out“, reza un estribillo sin malicia (curioso el “twist” cognitivo) que trata de dar una de cal y una de arena a un sujeto situado tras el punto de mira.
Samia dice sentir el peso de su propia tendencia existencialista. Pese a que para Finnerty supone una losa, para el oyente esto es “caviar en rama”: escuchen por ejemplo una ‘Pink Balloon’, por ejemplo, que representa todo el trabajo empático que Samia realizó respecto a abrazar el alma de otra (distante) persona. “Cuando estás tan cerca de alguien, cuando le conoces tan bien, no puedes enfadarte con él. Al menos eso es lo que me pasa a mí“. El tema también goza de un tono clásico algo quizás no tan habitual en el repertorio melódico de Samia. Porque aquí los sonidos tienen quizás tanto peso, o quizás incluso más, que las propias letras.
Ese es otro de los “punch” que sitúan “Honey” como un tesoro de alto nivel: el hecho que la coherencia del tejido melódico está extremadamente bien hilada, y va siempre acorde a sus arterías conceptuales. Caleb Wright a la producción pone parte del arte en un trabajo grabado en los estudios de Sylvan Esso que sabe volar alto tanto en los momentos más aletargados, véase la ya citada ‘Kill Her Freak Out‘, como también en sus puntos de vertiente más contemporáneamente pop, como un portentoso single – ‘Mad At Me‘ – coescrito por nada más y nada menos que Rostam de Vampire Weekend. Pocas cosas más infecciosas podréis escuchar a principios de este año.
Pese a tirar mucho de mover las fichas hacia los extremos, lo cierto es que “Honey” alberga algunos temas que marcan coordenadas intermedias dentro de lo que es, y debería ser Samia. Esto es, a todas luces, ‘Sea Lions‘. Situada en la posición 5 del casillero, este single empieza perdiéndose por senderos tétricos, llevando al oyente a acabar cubierto por confeti tras un imprevisible paseo de góndola. Del sabor a alquitrán a uno más cercano a los Kojak: así es la dualidad puramente Samia en 2023.
Verdad instintiva, buenos hits, equilibrio entre letras y armonías… No son precisamente pocas las virtudes de “Honey”. Aún y así, hay un otro punto a resaltar del disco: su storytelling. Por H o por B se nota, y mucho, que Samia es discípula, además de The Magnetic Fields (¿habéis escuchado ‘Honey’?), de Phoebe Bridgers: temas como el que cierra el trabajo, ‘Dream Song’, resumen perfectamente ese énfasis que la estadounidense pone a la hora de crear un relato cautivador. A su manera, Finnerty ha conseguido hacer su propia ‘Moon Song’. Y, también a su manera, ha conseguido macerar su propio “Punisher” con “Honey”.
Calidad a patadas como forma de contrarrestar dañinas y pérfidas etiquetas. Les joderá a los haters, pero es innegable: Samia es de carne y hueso, y ha conseguido producir algo que se palpa más real que el 90% de producciones ajenas. De “nepobaby” con ella no queda ni la “n”.