[Crónica] DCode Festival en Madrid (14 y 15 de septiembre de 2012)

Luces de colores, purpurina, explosiones de confeti. Un frontman como venido de la marina estadounidense, con el corte de pelo hecho esa misma mañana (o casi), brazos fornidos y ajustada camisa negra de manga corta. 20.000 personas botando a ritmo de los hits discotequeros que el grupo lleva media década dejándonos disco tras disco. Ese espectáculo de masas que son los esperadísimos The Killers fue el encargado de cerrar, anoche, la segunda edición del festival DCode. Con un cartel que es más un compendio de bandas sin línea definida que una propuesta firme, la cita pretende afianzarse como el festival de Madrid, donde reina el vacío festivalero estable desde que el Festimad nos dejara. Sin la personalidad de aquel, Dcode aún no termina de cubrir el hueco y, para lo que es (pulseritas de plástico, falta de baños y minis de cerveza a 7,5 € son las quejas más repetidas entre los asistentes), 90 € de abono (55 € la entrada de día), nos parece caro. Eso sí: es más para todos los públicos y, en pleno septiembre, sobre la explanada de rugby universitario de Cantarranas, ¿no es un buen plan para afrontar la, este año más dura que nunca por la subida de tasas, vuelta a las clases?

Algo así debieron pensar muchos de los que fueron el sábado, que, a ojo, eran mayoritariamente veinteañeros. En los aledaños de Ciudad Universitaria, campamento base para el botellón pre-fiesta, el “yo vengo por The Killers” era de lo más repetido. Alguno hasta había venido de fuera de Madrid solo por verles. Pero el line-up del segundo día traía también a otros esperados: justo antes, en el escenario grande y para calentarse, nada mejor que los británicos The Kooks. Así, tan british y tan teenagers ellos, enamoraron al público con temas tan bailables como los conocidos Ohh La, Naive o Junk of the Heart, uno de sus últimos singles. Con Luke Pritchard, 27 años pero aires de 21, cantando “I wanna make you happy” y consiguiéndolo y con, sorpresa, aparición del cantante de Foster the People cantando Pumped Up The Kicks, The Kooks fueron el aperitivo perfecto para lo que tocaba después: unos sensacionales The Killers.

A la espera de que en un un par de días presenten su nuevo álbum, Battle Born, Brandon Flowers & co tiraron de repertorio habitual para coronarse como grupo llena estadios. Spaceman, Human, Mr. Brightside, Smile Like You Mean It, All this things that I’ve done, Jenny was a friend of mine para cerrar… uno detrás de otro. Entre medias, incluso alguna ñoñería como Forever Young (va, pero quién no la coreó), los de Las Vegas hicieron, pese al sonido flojo (la nota negativa en la mayoría de conciertos del festival), las delicias de un público que venía, ante todo, a verlos a ellos.

El viernes: otra historia

Vamos a cambiarnos de sitio que ese tío no para de hablar y no me deja escuchar“, dice un amigo. “Por dios: quiero pegarme un tiro“, comenta un poco más tarde otro. La disparidad de las situaciones, que se dieron en poco más de veinte minutos seguidos, puede dar una idea de lo que fue el viernes. Con bastante menos gente que el sábado (14.000 según datos oficiales), el cartel era de lo más extraño. Compartiendo con The Killers el título de cabezas de cartel del festival estaban Sigur Ros. Y así pasó, que el ambiente de la noche fue de amantes y detractores. De los que no entendían qué hacía un grupo como Sigur en un sitio como aquel y de los que venían expresamente a disfrutar de la experiencia. Había quien lloraba de la emoción o se daba apasionados besos con su pareja, y había quien quería pasar del tema pero allí estaba.

Eran el plato fuerte del día y se notaba. Aunque fuera por curiosear, “por verlos”, Sigur Ros llenaron el escenario (literalmente: iban acompañados de unos ¿6 o 7? más) con su post-rock inserte-aquí-cualquier-sinónimo-de-majestuoso, sus luces y sus proyecciones. En lo que fue un repaso de su último disco, junto a ya clásicos como Hoppípolla, la crónica de lo que dio de sí el concierto podría ser una lista de adjetivos de apoteósico para arriba, pero para eso ya tenéis otras. El caso es que los islandeses no dejaron indiferente a nadie. Aunque fuera para mal.

Time to dance

La electrónica ha sido otra de las líneas del Dcode. El mismo viernes, según terminaba la épica rosiana, aparecían sobre el escenario una cruz y dos franceses: eran JUSTICE, que venían a cerrar la noche. Lo hicieron bajito (mal sonido durante todo el festival) y “dándole al play”, pinchando una sucesión de los repetitivísimos (y, personalmente, ya cansinos) D.A.N.C.E y We are your friends, junto a algún tema de Audio.Video.Disco y sin la grandiosidad del directo que dan, por ejemplo, en el álbum A Cross The Universe. Unas horas antes, The Shoes la habían liado con su doble percusión casi casi tipo Safri Duo en el escenario pequeño. Eran solo las 22 pero Time to Dance, su tema más conocido, cerraba uno de los conciertos más festivos del festival. El sábado, para cerrar, tuvimos a Kill The Hipsters (de temazo en temazo y terminando de risas con El Tiburón) y a Eme DJ haciendo lo propio en el escenario grande.

Nombres de fuera…

La nota excéntrica del fin de semana la han puesto los noruegos Kings of Convenience, que se han paseado por toda la parte de fuera del recinto vendiendo camisetas y cabreándose con quien les pidiera una foto. Más allá de la anécdota, el dúo puso el toque pastel del viernes. A poco de caer la tarde, fue imposible no sonreír con, primero, con la mágica simplicidad de sus temas de voz y guitarra y, más tarde, acompañados de otros músicos, con canciones más funk. Justo después llegaban, desde Amberes, los belgas dEUS, que no es que no sonaran bien, que lo hicieron (su pose y sonido han sido de lo más contundente del festival), pero que aburrieron a más de uno. Eso o que la que estaban liando The Shoes en el escenario de al lado tiraba más y hubo quien salió corriendo para allá. Cuando terminaron estos llegó y sorprendió, por cierto, Kimbra: la jovencita neozelandesa del Somebody that I used to Know es una de las voces emergentes de la actualidad y, aunque en directo no suena tan fina como en disco, dio un concierto de lo más enérgico. Ataviada con un vestido estrambótico y actitud un poco infantil (“¡Madrid! ¡Qué contenta estoy de estar aquí!” y risitas y así), su ¿estudiada? dulzura contrasta con el torbellino que es en el escenario. Muy bien.

…y españoles

Tampoco han faltado los nombres españoles durante ambos días. Por destacar: The Right Ons, resumido en el tweet de Surfer Rosa. “Si esto de la música tuviera sentido The Right Ons tendrían que estar en el escenario grande”. En realidad, poco más que decir: el escenario pequeño vivió un concierto de rock de estos sin más aditivo que la buena banda que son. En el de al lado sonaban los llamados a ser los nuevos Vetusta Morla: Supersubmarina, que a mi parecer, flojos. ¿O igual es que, de nuevo, el sonido lo estropeó…? No sé, pero en directo quizá no tengan el gancho que pueden tener en disco. Eso o que si esto de la música tuviera sentido su sitio no estaba en el escenario grande.

Y la verdad es que, lo tenga o no, el Dcode mejorando algunas cositas, hace falta en Madrid: la estratégica fecha de septiembre, cuando ha vuelto todo el mundo de vacaciones pero aún no ha empezado la rutina, la localización, céntrica pero sin molestar a ningún vecino, y lo animado de la mayoría de su cartel (correremos un tupido velo sobre Sigur Ros) sí tienen sentido. A ver si es cierto que ha llegado para quedarse.

Texto | Analía Plaza
Fotos | DCode Festival

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1 comment
  1. Una puntualización, es cierto que supuestamente Sigur Rós venían “presentando” su último disco, pero tan sólo tocaron un tema de este (Varud). Lo digo por la frase “lo que fue un repaso a su último disco”.

    Borrad este comment cuando lo leáis si queréis.

    Un saludo! 😉

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