Cuando creíamos que la música tradicional había virado sus derroteros hacia otras direcciones y que los predecesores más contemporáneos del género ya no veían en el arraigo su principal fuente de inspiración, la llegada de la norteamericana Marina Allen nos hace retornar a aquellos nombres que siempre han estado ahí y a devolverle al sonido folk más primigenio la categoría que se merece.
A su joven edad, la cantautora natural de Nueva Jersey pero criada en el norte de California no se esconde a la hora de reconocer sus referentes más próximos. La suya es una mirada encendida y viva que sin pretenderlo, homenajea a aquellas voces femeninas que desde sus melancólicos paisajes sonoros y sus guitarras rasgadas nos llamaban a la conciliación y a la liberación del espíritu. Nos confiesa abiertamente que en su biblioteca musical de artistas no pueden faltar nombres como el de Vashti Bunyan, Linda Perhacs, Joni Mitchell o Karen Carpenter, entre una larga lista de etcéteras, que con delicadeza selecciona para tratar de darle forma al mensaje que trata de mandar a través de su música.
Las canciones de esta joven artista, ahora afincada en Los Angeles, crean personajes que deambulan entre diálogos interiores, reflexiones personales, impresiones e incluso visiones que acaban haciendo suyas. A partir de escenarios bucólicos y lánguidos, reconoce no poner cortapisas a su torrente artístico, y encuentra su fuente de creatividad en todo aquello que le rodea: “Intento no esperar a que llegue la inspiración. Tal y como yo la veo, es como un músculo más. Tienes que trabajarlo para que no se atrofie. De esta manera, veo la inspiración como algo que creas y no como algo que te cae del cielo. Por lo tanto, la inspiración para mi música se puede encontrar en cualquier parte.”
Para llegar a concebir esta apreciación musical y artística tan espiritual que la define, Marina se remonta a su infancia, pues es en el canto coral de la iglesia local que su familia atendía donde desarrolló ese punto lisérgico que a día de hoy consigue mantener en su tonalidad vocal. Sin embargo, la cantautora gusta de mezclar géneros (pues los considera una herramienta al servicio del arte, más que una celda en la que limitarse) y confiesa que le gusta llevar su sonido hacia un flirteo entre el pop experimental y la psicodelia más tenue.
Algo que recientemente hemos podido comprobar por cuenta propia, pues hace escasos días que la cantante ha dado a luz su disco de debut, “Candlepower”; un proyecto de apenas siete canciones que vio truncado su lanzamiento a consecuencia de la pandemia y que está editado por el sello londinense Fire Records, responsables de otros éxitos consagrados como The Lemonheads, Josephine Foster, Black Lips o Sebadoh.
Pese a que este álbum apenas tenga semanas de vida, Marina Allen ya piensa en su siguiente disco, que revela estar en proceso de grabación. Su alma sosegada, comprometida a seguir diciendo todo lo que tiene que decir, se expone detrás de esa apacible y voluble voz, y acaba convirtiéndose en una llama incandescente más que idónea para alumbrar los atardeceres del verano que se nos viene.
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