De unos años a esta parte, el Primavera Sound ha dejado de ser un evento de tres días para ocupar Barcelona durante una semana. Del Parc del Fórum a diferentes bares, clubs y lugares públicos de la ciudad condal. En Madrid nos quedan dos opciones: o adelantar siete días de las vacaciones de verano a mayo, o ver tanto despliegue musical mordiéndonos las uñas hasta convertir los dedos en muñones sangrantes.
Hasta hace dos años, podíamos saciar esa sed con el Primavera Club pero el Ayuntamiento de Madrid se encargó de dinamitarlo escudándose en la tragedia del Madrid Arena. Ahora, los madrileños que acudieron al Primavera al menos han recibido una bola extra: una fiesta en La Casa Encendida patrocinada por Lay’s y por invitación para los que se sacaron el abono, con dos caramelos nacionales, Oso Leone y Standstill, y uno muy goloso internacional, Darkside, el proyecto de Nicolas Jaar con el guitarrista Dave Harrington.
En el fondo, fue un diminuto Primavera: escenario Auditorio (el paralelismo con el Auditori no puede ser más evidente) y otro más grande en el patio. El primero, coqueto y recogidito (para 150 personas), abrió fuego con los mallorquines Oso Leone. Una de esas rarezas que surgen de cuando en cuando en España y que hay que seguir de cerca. El Primavera los ha puesto bajo sus alas (dos actuaciones en Barcelona, en los escenarios Pitchfork y el Hidden, más esta de Madrid) y ellos están haciendo el resto. Cogieron la intimidad del auditorio madrileño para envolver a los ochenta espectadores que éramos en su magia sinuosa.
El contexto lo es todo. Y dejarse arrullar por las progresiones casi despanzurrado en una cómoda butaca fue una experiencia que hubiera alcanzado el hedonismo pleno de haber tenido un gin-tonic (o dos) a mano. En plan pichi. Los baleares, armados con batería, percusión y un rollo Pony Bravo se encuentran con Antony Hegarty y se van a ver un anochecer en una cala perdida, fueron pausadamente metiéndonos con calzador en la exhuberancia de su segundo disco (‘Mokragora’, 2013) con temas lentos (Ficus) y expansivos (Crisantemo). Nos dejaron Antònia Font, larga vida a Oso Leone.
El mayor chasco de la tarde fue no poder ver y escuchar el espectáculo Cénit de Standstill. La imposibilidad de desmontar todo el aparato técnico a tiempo de montar el escenario para Darkside obligó a los catalanes (en un cambio anunciado el día antes por la organización) a cambiar el Patio por el Auditorio para presentar su show en versión ‘eléctrica’. “Disculpad la tralla que vais a recibir”, fue la respuesta de Enric Montefusco. Tuvieron apenas 10 minutos para prepararlo todo tras dejar Oso Leone el escenario y se notaron las prisas. Hasta se le fue la electricidad a la acústica de Montefusco en ‘Adelante, Bonaparte’. Al menos se lo tomaron con filosofía y cachondeo. “Es gratis, tampoco os quejéis”, comentó, con la complicidad de los espectadores.
No fue el mejor de sus bolos, pero estos tipos tienen tablas para dar y repartir y hasta en una versión mini acabaron enganchando al público. Cómo no. Ya olvidada su época hardcore desde aquel enorme ‘Vivalaguerra’ de 2006, ahora sus derroteros son épicamente oscuros. Para muestra, el botón inicial, esa ‘Conjura de todos los tiempos’ con unos coros que disparan las pulsaciones, fusionada con ‘Tocar el cielo’. Dos disparos de lo más potente de su último e intrincado disco, ese ‘Dentro de la Luz’ que les hace mantenerse a la vanguardia de exito comercial y de crítica en nuestro país. Hasta se vinieron arriba con ‘Nunca, nunca, nunca’… la canción más difícil del disco y un puro ejercicio de funambulismo entre no canción de amor y marcha rusa que sólo alguien con el grado de autoconfianza que exhibe Montefusco puede parir. Con guiños a aquel giro vital que supuso ‘Vivalaguerra’ en ‘¿Por qué me llamas a estas horas?’ y ‘La mirada de los mil metros’ (ahora ya con el público de pie en el Auditorio), cerraron de esa forma el círculo que abrieron en 2006. En octubre volverán a Madrid, a La Riviera. Ahí si podremos ver ‘Cénit’ en su esplendor.
Tocaba irse ya al patio al encuentro con Nicolas Jaar. Precedido por los numerosos elogios a su bolo en el Primavera, la curiosidad era alta. Y digamos que la satisfizo, a medias. Todo en su show es nocturno: la iluminación, la enorme luna giratoria (pedazo de referencia a Pink Floyd), el juego de humo… y por supuesto la música, electrónica para paladar fino.
Aquel ‘Psychic’ de 2013, el único disco de Darkside, sigue sonando a gloria minimalista. Pues bien, cuando Jaar y Harrington empezaron, aún era de día. Imposible engancharse así. Tampoco añadió el inicio frío con in crescendo lentísimo de casi siete minutos en ‘Golden Arrow’. Lo dicho, el contexto. Superado ese handicap a mitad del set, temas de altura (y solvencia) incuestionable como ‘Paper Trails’ y ‘Heart’ acabaron facilitando la remontada del chileno-estadounidense y su compinche. Lástima que fuese un miércoles, porque dejaron ganas de salir a explorar bien a fondo la noche. Gran sensación para un Primavera als Clubs con el que ya contamos para 2015. Para gozo y disfrute de todos los ‘primaveros’ de la capital.